martes, 14 de marzo de 2017

¿Ministrar A Los Demás Según La Biblia? ¿Cómo se hace?

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. (2 Corintios 1:3-4)
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Hace muchos años una mujer visitó un orfanato y preguntó a la enfermera jefe: ¿Hay aquí algún niño que nadie haya querido adoptar? La enfermera respondió: ‘Si lo hay. Tenemos una niña de 10 años, poco atractiva, y es chepuda. La mujer dijo: ‘Ésa es la niña que quiero’. Treinta y cinco años más tarde, el director del Departamento de Inspección de Orfanatos de Iowa (EE.UU.) escribió el siguiente informe acerca de una institución estatal:
“Este lugar es excepcional. Está limpio, la comida es buena, los niños están muy bien cuidados y el ambiente es el mejor de todos los centros que hemos visitado. La enfermera responsable, Mercy Goodfaith, tiene un corazón que rezuma amor; tiene unos ojos tan hermosos que te hacen olvidar su cara amable o el hecho de que es jorobada”. Gracias a que una buena samaritana tuvo el valor y el amor para criar a una niña que otros desecharon, Mercy Goodfaith pudo más adelante compartir ese mismo amor con cientos de otros niños huérfanos.
Pablo dice: “…Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación” (2 Corintios 1:3-4). Billy Graham añade: “Quienes más han sufrido son los que mejor pueden consolar a los demás … compadecerse de sus aflicciones gracias a lo que ellos mismos han pasado … El sufrimiento es difícil de sobrellevar, pero su propósito debería ser aprender todo lo que podamos de aquello que hayamos padecido para cumplir el ministerio de la consolación, como lo hizo Jesús. “Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18). El que sufre se convierte en consolador en el servicio al Señor.
“…ALENTAOS UNOS A OTROS CON ESTAS PALABRAS” (1 Tesalonicenses 4:18)
El catedrático Tony Campolo iba en una ocasión, al entierro de un conocido y se equivocó de funeraria. En ella yacía el cuerpo de un anciano con la viuda como única acompañante. Se la veía tan sola que Campolo se quedó para el servicio y luego la acompañó al cementerio.
Después del entierro, cuando ya se iban, Campolo le confesó a la señora que en realidad no conocía a su esposo. ‘Ya me lo imaginé’, respondió ella. ‘Yo no lo conozco a usted, pero no importa. Nunca sabrá lo que esto significó para mí’. Philip Yancey escribe:
“La disponibilidad es la fuerza más poderosa con la que podemos contribuir … A veces desdeñamos a los tres amigos de Job, y con razón, por sus reacciones insensibles ante el sufrimiento de éste. No obstante, leamos otra vez lo que dice el relato: “Así permanecieron sentados con él en tierra durante siete días y siete noches, y ninguno le decía una palabra…” (Job 2:13). Esos fueron los momentos más elocuentes que pasaron con el amigo.
“Sin quererlo, me retraigo de la gente que sufre ¿quién sabe si quieren hablar de su tribulación o no? ¿Querrán ser consolados o animados? ¿En qué les va a ayudar mi presencia? Mi mente da muchas vueltas y alberga muchos razonamientos; y al final opto por lo peor de todo: me quedo al margen … Nadie responde con el nombre de un filósofo cuando le preguntas quién fue la persona que más le ayudó. Lo más normal es que describan a alguien tranquilo, modesto y sin importancia que estuvo a su lado … que escuchó más de lo que habló … que no miró al reloj, que los abrazó y lloró con ellos… Alguien que estuvo presente e hizo lo que el afligido necesitaba". Así es como se ministra a los demás.

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