miércoles, 29 de julio de 2020

No somos puros, pero Él nos purifica

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)

No nos alejemos de Dios por nuestra impureza.

Si somos conscientes en nuestra nada, de nuestro pecado, nos sentiremos impuros. Y esto puede ser motivo para que nos alejemos de Dios, al sentirnos indignos de estar en su presencia. Sin embargo, debe ser lo contrario. Cuanto más impuros nos sintamos, más rápido tenemos que buscarlo y confesar nuestra culpa.
17 Versículos de la Biblia sobre la Purificación - DailyVerses.netÉl tiene el poder y la misericordia para limpiarnos de nuestro pecado. Solo Él puede hacer que nuestro espíritu manchado quede limpio ante sus ojos. Y no por mérito nuestro, sino por la intercesión de su Hijo que vino a rescatarnos de la muerte del pecado. Por eso tenemos que tener confianza, porque tenemos un mediador, que es Cristo. (1ª Timoteo 2:5)
Sabemos que Jesús cuando vino a la tierra, vino a rescatar a los pecadores. Muchas veces se lo vio sentado a la mesa con ellos, y por eso fue muy criticado. Pero Él siempre respondía que los sanos no son los que necesitan de un médico, sino los enfermos. Tenemos que reconocer nuestra enfermedad, para que el Señor pueda actuar en nosotros y limpiarnos de nuestras faltas.
La falta de confianza en la misericordia de Dios puede ser tan grave como el olvido de su ley. Porque implica que nos hemos quedado con la imagen de un Dios vengativo, castigador, que quiere nuestra condenación si no somos perfectos. Pero Dios conoce nuestras limitaciones, sabe mejor que nosotros nuestras debilidades. Debemos confiar en que nos abrirá sus brazos y nos recibirá nuevamente en su casa.
La Palabra nos ayudará a purificarnos
No dejemos de lado el poder sanador de la Palabra de Dios. Si el Señor quiso dejarnos su Evangelio es para que siempre tengamos a mano su consuelo y su perdón. Solo tenemos que entregarnos de corazón al poder que contienen sus palabras y ser sinceros en nuestra conversión. Un corazón contrito y humillado es la mejor ofrenda a Dios.
Deberemos limpiarnos de la culpa que nos impide acercarnos a Dios. Para eso, veamos los testimonios que hay en la Sagrada Escritura. Está llena de ejemplos de grandes pecadores que alcanzaron la salvación, al entregarse a la misericordia divina sin restricciones. Pero necesitamos tener confianza en que Dios quiere salvarnos. (Juan 15:3)
El poder de Cristo no es solo del pasado. Cristo actúa en nosotros si damos lugar a su poder en nuestra vida. Pero tenemos que dejarlo entrar a nuestro corazón. El Espíritu Santo nos impulsará a cambiar nuestra vida, porque habitará en nosotros si se lo permitimos. Desde nuestro bautismo, somos templos del Espíritu. No lo echemos de su morada con el pecado.
Y aunque ocasionalmente hayamos echado al Espíritu Santo con nuestras faltas, Él es fiel a su promesa. Estará siempre a nuestro lado esperando que oigamos su voz y volvamos a su rebaño. Solo tenemos que darle espacio en nuestra vida, mediante la puesta en práctica del Evangelio. En la Palabra está el poder que nos limpiará de toda mancha.

Vayamos hacia la luz

Cuando pecamos, nos estamos asociando a la oscuridad. Le damos cabida en nuestra vida al pecado que nos esclaviza y nos aleja de Dios. Por eso nos sentimos impuros y evitamos Su presencia. Pero no es la solución, al contrario, es el principal problema. Cuando pecamos, lo que no tenemos que hacer es alejarnos de la luz. (1 Juan 1:7)
Por eso, vayamos con confianza hacia la luz. Que Cristo nos ilumine con su presencia y nos haga ver nuestra falta, para arrepentirnos de corazón. Solo si somos conscientes de la fealdad de nuestra alma, la expondremos a la verdad de Jesús. Cuando llevamos nuestro pecado a la luz, vemos el daño que le hace a nuestra relación con Dios. Así tendremos la oportunidad de arrepentirnos y entregarnos a su perdón.

Conclusión

El Señor está dispuesto a perdonarnos, pero somos nosotros los que nos alejamos de Él por sentirnos impuros. Eso es justamente lo contrario de lo que debemos hacer. Cuando el pecado nos mancha, tenemos que acercarnos al único que tiene el poder de limpiar nuestra culpa. Así podremos volver a su lado y sentir su misericordia en nuestra vida. (Hechos 22:16)
Vayamos con confianza hacia la luz, y esperemos en Él su perdón. Si nos mantenemos en la oscuridad, no podremos reconocer nuestras faltas. A la luz de la Palabra, confrontemos nuestro pecado y echémoslo de nuestra vida.

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