Ante todo tenemos que reconocer que lo que a muchos les lleva a hacerse esa pregunta es el silencio de Dios, pues aunque oramos y clamamos, pareciera que las cosas no cambian nada, y nos angustia no tener una respuesta inmediata de Dios. Pero tenemos que saber que Dios no está en silencio, Él ya habló, y en su palabra nos ha dado preciosas promesas para los tiempos de aflicción. No es que Dios esté en silencio, es que no creemos lo que dijo. (2 Corintios 1:20) Ahora respondamos la pregunta ¿dónde está Dios?
I) Él está en su trono, Él tiene el control, tiene la última palabra en este mundo (Salmo 103:19). A pesar de los tiempos de incertidumbre que estamos viviendo, a pesar de que ni los gobernantes saben exactamente qué hacer para superar esta crisis de la pandemia, debemos confiar en que Dios está en control, que Dios sabe lo que está haciendo, y Él sigue teniendo la última palabra.
II) Dios se manifiesta en todos los que nos ayudan (Salmo 118:7). Muchos se preguntan ¿dónde está DIos?, y no se dan cuenta que Dios está en todos los que nos ayudan; en las personas que nos han apoyado en este tiempo de necesidad y escasez, en las personas que nos han visitado para orar por nosotros en los tiempos de enfermedad, en los médicos que nos han atendido, en los hermanos de nuestra iglesia que nos han visitado para llevarnos palabras de ánimo y de consuelo... No es que Dios no esté con nosotros, es que no lo hemos reconocido.
III) Podemos ver al Señor en todos los que tienen necesidad (Mateo 25:35-40). Podemos ver a Jesús en los que no tienen qué comer, en los enfermos, en los abandonados, en los desamparados... Lamentablemente, muchas personas al ver el dolor de las familias que no tienen qué comer, que están desnudos y abandonados, se preguntan ¿dónde está DIos? Y no se dan cuenta que podemos ver a Jesús en nuestro prójimo; todo lo que hacemos por el necesitado lo hacemos para el Señor y TODO tendrá su recompensa.
IV) Dios está esperándonos con los brazos abiertos (Juan 6:37) Dios siempre está esperando por nosotros para salvarnos, para consolarnos, para sanarnos, para restaurarnos. Es decir, que no se trata de preguntar ¿dónde está Dios? Tenemos que buscarlo y acercarnos a Él porque Él siempre nos recibirá con misericordia.
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