Este conocimiento no necesariamente contrarresta la reacción inicial al pensamiento de nuestra propia mortalidad. La fragilidad de nuestros cuerpos físicos y los ejemplos del cese repentino de la vida, son un recordatorio de nuestra falta de control en un mundo grande y peligroso. Pero tenemos una gran esperanza, que el que está en nosotros es mayor que el que está en el mundo (1 Juan 4:4). Y Jesús fue a preparar un lugar para nosotros para que podamos estar con Él (Juan 14:2). Aunque podría ayudar teniendo en cuenta las consideraciones más inmediatas y prácticas a las que nos enfrentamos.
Hay varios aspectos de la muerte que potencialmente pueden causar temor. Afortunadamente, Dios tiene una respuesta para cada uno de ellos.
Miedo a lo desconocido
Exactamente, ¿qué se siente al morir? ¿Qué ves al salir tu vida de tu cuerpo físico? ¿Cómo ocurrirá? ¿Es algo como algunas personas han dicho? — ¿una luz brillante? ¿Un grupo de parientes?
No se sabe con certeza lo que se siente, pero la Biblia describe lo que sucede. 2 de Corintios 5:6-8 y Filipenses 1:23 dicen que cuando dejamos nuestro cuerpo, estamos presentes al Señor. ¡Pensamiento verdaderamente reconfortante! Nos quedaremos en este estado hasta que Cristo venga y resucite a los creyentes (1 Corintios 6:14; 15:20-22), cuando recibiremos un nuevo cuerpo glorificado.
Miedo a la pérdida de control
Cuando los seres humanos alcanzan la edad adulta, tienen una idea bastante buena de cómo interactuar con el mundo que les rodea. Saben cómo encontrar lo que necesitan, llegar a donde quieren estar y relacionarse con los demás de una manera que cumpla con su propósito.
Muchos, incluso aquellos que profesan tener fe en Dios, están tan temerosos de no conseguir lo que necesitan, que sienten que deben manipular su entorno y la gente alrededor de ellos para su beneficio. Todos hemos visto a hombres y mujeres que abusan de los demás aferrándose al temor. No confían en Dios lo suficiente para proveer sus necesidades, así que se hacen cargo ellos mismos de todo. Tampoco confían en que los demás les den una debida atención, así que exigen lo que creen que necesitan.
¡Cuánto más deben temer ellos la pérdida de control sobre sus muertes! Como dijo Jesús a Pedro, describiendo cómo moriría, “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras” (Juan 21:18). Antes de recibir Pedro esta advertencia, él negó a Jesús por temor. Pero después de regresar Jesús al cielo, Pedro se convirtió en una persona nueva — una persona cuya pasión por el mensaje de Cristo excedió con creces su necesidad de controlar su entorno (Hechos 5:17-42). El Espíritu Santo, solo Él, le dio la fortaleza precisa para encarar los diferentes desafíos que enfrentó.
Miedo por los que se quedan atrás
La visión cristiana de la muerte es "separación". La muerte eterna es separación de Dios. En la muerte física estaremos separados de nuestros seres queridos en la tierra por un tiempo. Si también son cristianos, sabemos que la separación será breve comparada con la eternidad. Si no son cristianos, este no será el caso. Nuestra comisión, entonces, es utilizar este tiempo juntos para hablarles acerca de dónde se irán cuando mueran. En última instancia, la decisión recae en ellos.
Miedo al acto de morir
Pocos de nosotros sabemos cómo vamos a morir. Rápido y sin dolor, en nuestros sueños, por una prolongada enfermedad — el misterio de todo esto, la incapacidad de prepararnos, puede ser aterrador. Aun si lo sabemos, si nos han diagnosticado una enfermedad terminal, todavía puede ser aterrador.
Pero es solo un momento. Un momento que casi todo el mundo ha atravesado o atravesará. Los cristianos pueden apoyarse en Filipenses 3:20-21. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”.
Para ayudar a calmar el miedo, tú puedes tomar medidas para prepararte y preparar a quienes te rodean para la muerte.
Superando el miedo a la muerte – Pasos Prácticos
Muchas personas creen que no deberían morir porque tienen mucho por qué vivir. A menudo esto significa que tienen responsabilidades y asuntos pendientes que no se lograrían si se van. Pero tener responsabilidades no impedirá que mueras si es tu momento. Una planificación previa puede aliviar el miedo.
Si tienes un negocio, hijos u otros dependientes, considera su futuro cuidado. Decide quién asumirá tu papel y haz un plan con esa persona. Redacta un testamento o un fideicomiso. Asegúrate de que toda la documentación necesaria está organizada y fácil de encontrar. Reconcilia las relaciones rotas antes de que no puedas. Pero no vivas para morir. Hay una diferencia entre tomar las medidas razonables y obsesionarte.
Superando el miedo a la muerte – Medidas Físicas
Si tienes fuertes sentimientos acerca de lo que querrías en caso de ser incapacitado, exprésalos ahora. Es posible que durante el curso de una enfermedad o en un accidente, pierdas el control de la situación y seas incapaz de hacer conocer tu voluntad. Haz un testamento en vida. Comparte con las personas más cercanas lo que deseas, o al menos diles dónde está escrito lo que quieres. Escoge a alguien de confianza para ser autorizado a tomar decisiones si eres incapaz de hacerlo tú mismo.
Superando el miedo a la muerte – Pasos Espirituales
Lo más importante a recordar acerca de la muerte, es la verdad acerca de la vida. Amas a tu familia y cuidas de ellos, pero Dios los ama más. Puedes preocuparte de tu legado terrenal, pero Dios está más preocupado de una perspectiva celestial. Todos los papeles que se puedan hacer en el mundo no traen la paz total de la mente más que una simple acción: permanecer.
En medio del vivir esta vida, es difícil tener en mente que esta es una condición temporal. 1 Juan 2:15-17 dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. La manera de recordar esto es permaneciendo (1 Juan 2:24). Permaneciendo en la verdad de la Palabra, y creyendo lo que Dios dice sobre nosotros y el mundo a nuestro alrededor, nos dará la perspectiva adecuada con respecto a esta vida y a la que recibiremos.
Cuando somos capaces de mantener esa perspectiva eterna, podremos cumplir con 1 Juan 3:1-3. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. Va a ser tan evidente que no pertenecemos a este mundo que otros lo verán, también. Tanto tomaremos posesión de nuestra posición como hijos de Dios, que buscaremos activamente el día cuando podremos ser como Cristo y verlo tal como Él es.
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