Desde el capitulo 40, el libro del profeta Ezequiel nos habla de la construcción de un nuevo templo glorioso, el cual simbólicamente nos muestra que la presencia Dios habitará nuevamente en su pueblo, y eso en este tiempo se cumple por medio de nuestro Señor Jesucristo, habitando en cada uno de nosotros.

Otros cristianos están viviendo un cristianismo con el agua hasta las rodillas (verso 4a). Han obedecido en parte, pero no están verdaderamente entregados al Señor. Hay
muchas áreas de su vida que aún no están dispuestos a ponerlas bajo la soberanía de
Dios.
Y hay cristianos que están viviendo en el río de Dios con al agua hasta los lomos, es
decir, están entregados en el servicio, están comprometidos con sus ministerios... Pero tenemos que notar algo muy importante: cuando el agua llega hasta los lomos,
aún queda una parte muy importante del cuerpo sin sumergirse en el agua: LA
CABEZA, y la cabeza significa la voluntad, las decisiones, las prioridades.
Dios puede y quiere traer sanidad y vida al mundo, pero también quiere que su iglesia no siga siendo una iglesia indiferente, sin compromiso, tibia, dormida, sino una
iglesia que esté realmente sumergida por completo en el río de Dios, que no
luche por hacer su propia voluntad, sino que se someta y que se deje llevar por la
voluntad de Dios, por sus planes y propósitos en este mundo (verso 5).
Oremos y clamemos para que el río de Dios traiga VIDA Y SANIDAD al mundo en esta
pandemia, pero nosotros sumerjámonos por completo para que seamos llenos de su
vida, de su gozo, de su esperanza, de su fortaleza y de sus propósitos.
Querido hermano y hermana, no tengas temor, sumérgete con fe en el RÍO DE
DIOS, déjate guiar y gobernar por su voluntad, y grandes cosas hará Dios.
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