El movimiento del evangelio de la prosperidad es muy parecido al de algunas de las sectas de destructiva avaricia que se infiltraron en la iglesia primitiva. Pablo y los otros apóstoles nunca consintieron en adaptarse o conciliarse con los falsos maestros que propagaban tal herejía. Los identificaron como falsos maestros peligrosos y urgían a los cristianos a huir de ellos.
Pablo advirtió a Timoteo acerca de las “disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia. . . Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6:5, 9-11).
Si las riquezas fueran una meta estimable para los piadosos, Jesús las habría perseguido. Pero no lo hizo. Por el contrario, prefirió no tener un lugar donde recostar la cabeza (Mateo 8:20) y enseñar a Sus discípulos a hacer lo mismo. También hay que recordar que el único discípulo que estaba preocupado por las riquezas era Judas.
Pablo dijo que la avaricia es idolatría (Efesios 5:5) y previno a los efesios para que evitaran a cualquiera que llevara un mensaje de inmoralidad o avaricia (Efesios 5:6-7). La enseñanza de la prosperidad niega que Dios trabaje por Él mismo, por su propia voluntad, dando a entender que Dios no es Señor de todo, porque Él no puede obrar hasta que nosotros le permitamos hacerlo. La fe, de acuerdo con la doctrina de la Palabra de Fe, no es una confianza sometida a Dios; la fe es una fórmula por medio de la cual manipulamos las leyes espirituales, que los maestros de la prosperidad creen que gobiernan el universo. Como implica el nombre “Palabra de Fe,” este movimiento enseña que la fe tiene que ver más con lo que digamos, que en quién confiamos o qué verdades adoptamos y afirmamos en nuestros corazones.
Un término favorito en el movimiento de la Palabra de Fe, es la “confesión positiva”. Se refiere a la enseñanza de que las palabras tienen un poder creativo. Lo que digas o hagas, afirman los maestros de Palabra de Fe, determina todo lo que te suceda. Tus confesiones, especialmente los favores que demandes a Dios, deben ser declarados "positivamente" y sin titubeos. Para ellos, entonces, Dios está obligado a responder (¡como si el hombre pudiera exigirle algo a Dios!). De esta manera, la habilidad de Dios para bendecirnos depende supuestamente de nuestra fe.
Santiago 4:13-16 claramente contradice esta enseñanza, “¡Vamos ahora! Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala”. Gloriarse de las cosas en el futuro..., si ni siquiera sabemos lo que nos deparará el mañana o si estaremos vivos.
Lejos de enfatizar la importancia de la riqueza, la biblia nos advierte para no buscarla. Los creyentes, especialmente los líderes en la iglesia (1 Timoteo 3:3), deben estar libres del amor al dinero (Hebreos 13:5). El amor al dinero conduce a toda clase de maldad (1 Timoteo 6:10). Jesús advirtió, “Mirad, guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee" (Lucas 12:15). En agudo contraste al énfasis de la Palabra de Fe sobre ganar dinero y posesiones en esta vida, Jesús dijo “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho corrompen, y donde ladrones entran y hurtan” (Mateo 6:19). La irreconciliable contradicción entre la enseñanza del evangelio de la prosperidad y el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, está bien sintetizada en las palabras de Jesús en Mateo 6:24, “No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
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