Este tema causa mucha controversia en muchos ámbitos. Tanto cristianos como ateos y agnósticos se cuestionan si estamos o no predestinados en este mundo. Muchos apuestan porque sí lo estamos, otros porque existe el libre albedrío que nos faculta con la capacidad de poder escoger qué hacer y qué no. Sin defender ninguno de los puntos ni entrar en debates o controversias, detengámonos solo un momento en una historia.
Una pareja de adolescentes de clase trabajadora mantienen una relación. Nadie sabe de la vida de sus padres y parece ser que no tuvieran hermanos. Para sobrevivir, el joven trabaja desempeñándose en un oficio menor y la joven no estudia ni trabaja. Las circunstancias los llevan a que la joven quede embarazada; su pareja se asusta y decide dejarla. Después de pensarlo mejor decide quedarse con ella y hacerse cargo del hijo. Por circunstancias políticas deben partir del lugar en el que viven, dejando lo poco y nada que tenían; en medio de este viaje la joven comienza a sufrir contracciones que anuncian que el bebé va a nacer. Sin ninguna posibilidad de dirigirse a un hospital o pagarle a una partera, el desesperado joven busca un lugar donde pueda descansar su mujer y dar a luz a su hijo. No encuentra ninguno apropiado y después de mucho buscar encuentran un granero maloliente; la joven no puede esperar más, y en medio de condiciones paupérrimas de salubridad da a luz a su bebé, que no puede ser pesado ni medido, y tampoco lo registran,... ni siquiera lo limpian. En medio de la asquerosidad del entorno una vida vio la luz… y trajo la luz. Ese niño fue Jesús.
Jesús nació de padres muy jóvenes, incluso ella era adolescente; se quedó embarazada sin estar casada. El padre de Jesús era carpintero y casi la dejó (a ella) cuando se enteró de su embarazo. Nació en condiciones de insalubridad extremas, en medio de mal olor y heces de animal. No tenía ninguna posibilidad de ser controlado por un pediatra o un médico de la época. Tampoco sus padres tenían un techo para proporcionarle en aquel entonces, ni mucho menos las comodidades necesarias para un recién nacido. Imaginemos a María dando a luz en esas condiciones... se nos eriza la piel. Jesús no tenía ninguna posibilidad de ser lo importante que fue si vemos sus orígenes. No nació en una “cuna de oro” y tampoco contó con el escenario perfecto para su llegada. Si un trabajador social fichara su caso, seguro que se lo hubiese quitado a sus padres y lo hubiese dejado en un hogar de protección, porque su índice de vulnerabilidad era muy alto, era arriesgado su caso.
Si pensamos en el origen de Jesús y analizáramos su historia vital, podríamos deducir que seguramente estaba predestinado para ser un delincuente juvenil, un drogadicto, padre adolescente, atrevido con sus padres... ¡cualquier cosa! Sin embargo, Jesús fue todo lo contrario. El mensaje que Dios quería darnos a partir del origen de Cristo, era que no importa lo que creamos que somos o a dónde creemos que vamos, lo que importa es lo que Él dice de nosotros. Dios dijo que Jesús era Su hijo, y Jesús dijo que Él era el camino, la verdad y la vida. Dijo que era el rey de los judíos, el Salvador, el Mesías. Dios usó un humilde y vulnerable inicio para transformarlo en un final al más puro estilo hollywoodense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario