Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarlo? 15 Y si un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y saciaos», pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?17 Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta. 18 Pero alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras. Santiago 2;14-18
Tomás sabía lo que tenía que hacer. Nacido en una familia pobre de la India y adoptado por una pareja estadounidense, en un viaje a su tierra natal fue testigo de las enormes necesidades de los niños de esa nación. Entonces, supo que tenía que ayudar. Comenzó a hacer planes para regresar a Estados Unidos, terminar de estudiar, ahorrar dinero y regresar años después.
Pero después de leer Santiago 2:14-18, donde el apóstol pregunta: «¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?», oyó que una niñita, llorando, le decía a su madre: «Pero mamá, ¡tengo hambre!». Recordó entonces cuando él mismo, de niño, había tenido mucha hambre, mientras revolvía los cubos de basura. Así supo que no podía esperar años para ayudar, y se decidió: ¡Empezaré ya mismo!Actualmente, el orfanato que fundó alberga a 50 niños bien alimentados y atendidos, los cuales aprenden de Jesús y reciben educación; todo porque un hombre no dejó para después lo que sabía que Dios le estaba pidiendo que hiciera.
El mensaje de Santiago también se aplica a nosotros. Nuestra fe en Jesucristo nos brinda grandes ventajas: relación con Dios, una vida abundante y esperanza futura. Pero ¿cómo beneficia esto a los demás si no ayudamos a los necesitados? Escucha el clamor: «¡Tengo hambre ahora!».
Señor, guía mis pasos para ayudar ahora mismo.
¿Qué necesidades te conmueven? ¿Qué puedes hacer para ayudar a los demás, aunque parezca insignificante?
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