Es difícil explicar
un concepto divino con palabras
humanas
Una historia de dolor horrible
Imaginemos a una familia hermosa con un hijo de tres años de edad, a quien aman entrañablemente. Este niño se ha convertido en una fuente de atención y alegría para todos en el hogar. Está creciendo y se desarrolla con plenitud. Todos en la familia están felices con esta nueva criatura.
De pronto, en la mañana de un día fatal, cuando la familia se preparaba para llevar al niño a la guardería infantil, al salir a la puerta de su casa se encontraron frente a frente a un hombre malvado que de una manera cruel y despiadada, descarga varios disparos sobre el cuerpecito de este niño, y con toda su frialdad lo deja muerto frente a sus padres y vecinos.
Este sangriento crimen deja a esta familia destrozada y sin ninguna duda, los marca a todos por el resto de sus días en esta tierra.
¿Cuál sería la actitud de estos padres?
Opción # 1. Si ellos sacaran un revólver y lo mataran con sus propias manos, a esto lo llamaríamos: VENGANZA.
Opción # 2. Si llaman a la policía, levantan cargos contra el asesino, y esperaran a que lo capturasen y juzgasen frente a un tribunal, a esto lo llamaremos: JUSTICIA.
Opción # 3. Si los padres de esta criatura indefensa perdonasen a este asesino, lo invitaran a vivir en su casa, le hicieran parte de su familia y no cesaran de contarle del amor de Dios,... supongamos que estos padres hacen lo indecible por conducir a este criminal por los caminos del Señor y le perdonan de todo corazón, ¡esto no tiene otro nombre que: GRACIA!
¿Quién puede vivir en plenitud esta gracia?
Solo hay uno, que fue desechado, ultrajado, clavado en una cruz y lacerado por hombres malvados y criminales; sin embargo, solo exclamó antes de morir: "Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen". (Lucas 23:34).
"Es que somos más pecadores de lo que realmente pensamos; pero a la vez somos más amados de lo que creemos".
Timothy Keller.
¡Que el Espíritu Santo trabaje!, para que podamos mirar un poquito a la depravación interna del pecado que mora en nosotros. Y a la vez, que este mismo Espíritu Divino nos haga vislumbrar algo de la Santidad Suprema de Dios.
Porque si tan solo pudiéramos imaginar de una forma finita y minúscula el abismo que separa ambos misterios, entonces estaríamos dando el primer paso hacia un delgado rayo de luz de la inmensurable Gracia de nuestro Salvador.
¿Podremos entender lo siguiente?
"Cuando veo adentro de mi corazón y percibo su infinita maldad, creo que es un abismo más hondo que el infierno. Cuando oro, peco; cuando predico, peco; tengo que arrepentirme de mi arrepentimiento, y mis lágrimas necesitan lavarse en la sangre de Cristo." Jonathan Edwards.
¿Será esto una ilustración ficticia?
Puede que usted esté pensando que jamás podría suceder algo así, pero piense primero que esta Ilustración trata de explicar de alguna forma el mensaje de la Gracia de Dios.
Todos hemos ofendido a Dios y a Su Ley Divina. No solo lo hemos hecho en el pasado, sino que lo hacemos todos los días de nuestra vida. Dice la palabra de Dios "por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios".(Romanos 3:23).
Dios nos declara culpables de pecado y la sentencia está establecida: "porque la paga del pecado es la muerte". (Romanos 6:23).
¡Ah! y esta muerte no es solo física, sino que también es una muerte eterna, donde el alma queda totalmente separada de la presencia y de la comunión con Dios. Quedando en un lugar de tormento eterno llamado infierno. ¡Espantoso!
Si Dios permite que la sentencia se lleve a cabo, Él está haciendo justicia. Está dándonos a nosotros lo que merecemos por nuestras obras y por nuestra propia naturaleza pecaminosa congénita. (1 Corintios 15:21).
Sin embargo; el corazón de la Biblia declara:
Que la historia de la Gracia de Dios comienza y termina con el Creador. Él nos envió a Su Hijo unigénito para descargar sobre Él toda la ira que nosotros merecemos. (Génesis 3:15).
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16).
El Dios amoroso se humana, baja, se inserta entre nosotros y vimos Su Gloria como la del unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14).
Pero usted y yo somos tan depravados que lo llevamos a la muerte de cruz y lo crucificamos.
Solo reconociendo nuestro horrible pecado y creyendo en Su Hijo y en la obra de Su Cruz, no solo Dios nos perdona todas nuestras iniquidades, sino que nos invita a Su Hogar y nos hace hijos y coherederos del Reino de los Cielos.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. (Romanos 8:17).
¿Qué nombre le podemos dar a esto? Solo hay una palabra para describir la historia del amor de Dios, y esa palabra es GRACIA.
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9).
Esta maravillosa Gracia de Dios, este favor inmerecido del Creador hacia el hombre pecador que nada merece, será sin lugar a dudas, el tema inagotable por las edades eternas de los escogidos de Dios.
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