Varias niñas adolescentes decidieron formar un club de cosas que no necesitaban con el fin de recaudar dinero para misiones. Las chicas decidieron añadir más dinero al fondo con su sacrificio personal. La mayoría de ellas eran de familias pudientes y fácilmente identificaron maneras de contribuir.
Pero Margie era diferente. Su familia tenía pocos bienes y casi nada les sobraba, por lo tanto, fue difícil para ella saber con qué contribuir. Cierto día se arrodilló al pie de su cama y le pidió a Dios que le mostrara algo que pudiese dar. Mientras oraba, su perrito mascota lamió sus manos, y de pronto recordó que el médico de la familia se había ofrecido a comprarlo.
Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras exclamaba:
– ¡Oh Lucero, no me imagino cómo sería tener que despedirme de ti! Y entonces pensó en el regalo que Dios le hizo al mundo.
-¡Lo haré!, -dijo ella. Se dirigió hacia la casa del médico y vendió a su perro por cincuenta euros. Y aunque echaba de menos al perrito, aun así estaba muy contenta.
Cuando el médico supo cuál fue la razón por la que Margie vendió su perro, se lo devolvió con una nota atada al collar.
La nota decía: Anoche le entregué a Dios lo que sobraba de mi desperdiciada vida. Me encantaría pertenecer a tu club, y deseo comenzar dando a Lucero.
Juan 3:16
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
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