martes, 23 de julio de 2019

Cómo conciliar el amor y la guerra

Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; 28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. 29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. 30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. 31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Lucas 6.27-31
Resultado de imagen de Cómo conciliar el amor y la guerraAlgo que genera confusión en cuanto a la guerra es la aparente discrepancia entre las palabras de Cristo y las batallas aprobadas por Dios en el Antiguo Testamento. ¿Pueden conciliarse ideas tan distintas? ¿Cómo puede el Dios que le dijo a Israel que destruyera a los cananeos... destruirás completamente al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová, tu Dios, te ha mandado (Deuteronomio 20.17) ser el mismo que dijo: “Amad a vuestros enemigos” (Lucas 6.27)?
Para interpretar correctamente pasajes bíblicos como estos, es importante entender su contexto. En Lucas 6, el Señor estaba hablando de conflictos personales, no de guerras nacionales. Como hijos de Dios, debemos imitarlo siendo “benignos para con los ingratos y malos” (verso 35).
Para aclarar más esta cuestión, debemos distinguir entre órdenes dadas a naciones e instrucciones dadas a personas. El Señor ha conferido ciertas responsabilidades a los gobiernos. Los llama ministros de Dios para el bien, y les confía el castigo del mal (Romanos 13.4). Mientras que a las personas, les dice: “No os venguéis” (Romanos 12.19).
Dios permite que los gobiernos se involucren en la guerra para la protección de quienes son agredidos. En el campo de batalla, un soldado con una mentalidad humilde cumple con sus deberes porque es obediente a la autoridad de su gobierno (Romanos 13.1, 2). Lo cual es diferente a que alguien busque venganza; el asesinato es la reacción ante la ira o los celos; está motivado por el deseo de destruir a otra persona, y a menudo resulta también en la propia destrucción.
Ha habido momentos en que la guerra ha llevado la paz entre las naciones. Pero nunca experimentaremos paz interior si contendemos con las personas que nos tratan mal.

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