Una vez que recibimos a Cristo por fe, somos hechos hijos de Dios (Juan 1:12), y Él desea guiarnos en Su camino (Salmo 143:10). Dios no trata de ocultarnos Su voluntad; Él quiere revelarla. De hecho, ya nos ha dado muchas, muchas directrices en Su Palabra. Debemos "dar gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios" (1 Tesalonicenses 5:18). Debemos hacer buenas obras (1 Pedro 2:15). "La voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de fornicación" (1 Tesalonicenses 4:3).
La voluntad de Dios se puede conocer y demostrar. Romanos 12:2 dice: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". Este pasaje nos da una secuencia importante: el hijo de Dios se niega a conformarse al mundo y por el contrario, se deja transformar por el Espíritu. Cuando su mente se renueva de acuerdo a los principios de Dios, entonces puede conocer la perfecta voluntad de Dios.
Conocer la voluntad de Dios es a veces difícil porque requiere paciencia. Es natural querer conocer toda la voluntad de Dios a la vez, pero no es así como Él usualmente obra. Él nos revela un paso cada vez — cada movimiento es un paso de fe — y nos permite continuar confiando en Él. Lo importante es que, mientras esperamos que nos siga dirigiendo, estamos ocupados haciendo el bien que sabemos que debemos hacer (Santiago 4:17).
A menudo queremos que Dios nos dé detalles específicos: dónde trabajar, dónde vivir, con quién casarnos, qué coche comprar, etc. Dios nos permite tomar decisiones, pero si nos sometemos a Él, tiene maneras de prevenir decisiones equivocadas (ver Hechos 16:6-7).
Cuanto mejor conocemos a una persona, más nos familiarizamos con sus deseos. Por ejemplo, un niño puede ver una pelota que rebotó al otro lado de la calle, pero no corre tras ella porque sabe que "mi papá no querría que hiciera eso". No tiene que pedirle consejo a su padre sobre cada situación en particular; él sabe lo que diría su papá porque lo conoce. Lo mismo sucede en nuestra relación con Dios. Mientras más caminamos con el Señor, obedeciendo Su Palabra y confiando en Su Espíritu, más nos damos cuenta que tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:16). Lo conocemos, y eso nos ayuda a conocer Su voluntad. Encontramos la guía de Dios fácilmente disponible. "La justicia del perfecto enderezará su camino; mas el impío por su impiedad caerá" (Proverbios 11:5).
Si usted está caminando cerca del Señor, y deseando de verdad Su voluntad para su vida, Dios va a colocar Sus propios deseos en su corazón. La clave es desear la voluntad de Dios, no la suya propia. "Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón" (Salmos 37:4)
No hay comentarios:
Publicar un comentario