Tipos y figuras de la Biblia
Israel, el pueblo escogido por Dios, fue sacado de Egipto por la mano poderosa del Señor. En su peregrinar por el desierto siempre fueron infieles a Dios; pero aún así llegaron a la tierra de Canaán y finalmente Dios mismo tuvo que descender en forma humana a este mundo, para morir en una cruz por su pueblo y poder redimir a ellos y a nosotros, los gentiles.
Definitivamente, el pueblo de Israel no pudo, ni con sus obras, ni ceremonias y cumplidos, satisfacer la santa justicia de Dios; esto solo lo pudo lograr la persona de Cristo.
Tú y yo también, hoy formamos parte de ese pueblo que Dios ha escogido y nos ha sacado de este mundo de pecado por la mano poderosa del Señor, no por nuestros esfuerzos piadosos; a pesar de ello, en medio de nuestro peregrinar cristiano siempre estamos siendo infieles a Dios.
Por lo tanto, no queda otra alternativa que creer en el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario para redimir todas nuestras miserables maldades.
En medio del desierto, el pueblo de Israel hizo muchas quejas y cometió muchos pecados, pero Jehová Dios siempre fue paciente y amoroso con ellos, satisfaciendo sus necesidades en medio de los grandes desafíos en que resultó su peregrinar a la tierra prometida.
Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua. (Jeremías 2:13).
- Hoy ya sé, los hijos de Dios han tomado de la peña de Horeb, y no corren de aquí para allá
buscando donde calmar su sed -
Historia de la Biblia
Los primeros versículos del capítulo 17 de Éxodo nos describen la historia de cómo los israelitas argumentaron contra Moisés y le dijeron: ¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Sólo para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado? Éxodo 17;3
Clamó entonces Moisés al Señor, y le dijo: ¿Qué voy a hacer con este pueblo? ¡Sólo falta que me maten a pedradas!
Entonces, el Señor le dijo: golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Éxodo 17; 4-5
Cristo es la peña de Horeb
El apóstol Pablo nos aclara a la luz del nuevo pacto lo siguiente: y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. (1 Corintios 10:4).
Las figuras de Dios y Cristo, como una roca fuerte y firme corren por todas las Escrituras y puede hacerse un estudio precioso de esto.
Jehová, roca mía y castillo mío, mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. (Salmo 18:2).
Aunque la maldición de Dios podría haber sido ejecutada justamente contra nuestras almas culpables, he aquí que el Hijo de Dios es herido por todos nosotros, y Cristo Jesús viene a ser la provisión abundante y constante de esta agua viva que necesitamos los cristianos.
Muchas veces hemos argumentado a Dios en medio de nuestro desierto, y hemos dicho: ¿Señor, estás conmigo o no? Pero Dios nunca nos ha desamparado por nuestras rebeldías, no ha volcado su ira sobre nosotros en medio de nuestras infidelidades, y no ha dejado de amarnos y abrazarnos con su bendita gracia.
Dios nos ha enviado una peña de Horeb que brota agua viva por todos nosotros. Esperemos, por la gracia de Dios, que nos encontremos bebiendo de ella.
Cristo ya le había ofrecido esta fuente viva a la mujer samaritana cuando le dijo:
Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
(Juan 4:13 y 14).
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