lunes, 2 de julio de 2018

¿Qué has hecho con tus dones?

Conocemos por dones aquellos regalos especiales de Dios hacia sus hijos, véase capacidades especiales, vocaciones o facilidades para desempeñar una labor dentro o fuera de la iglesia, pero siempre con un mismo fin, servirle y compartir con los demás algo de lo que por bendición hemos recibido.
Cada persona, sin excepción, es poseedora de dones sin ni siquiera darse cuenta, y a pesar que a veces creemos que Dios solo les da dones o privilegios a las mejores personas, a las “casi perfectas”, o a los que llevan muchos años en su camino, lo cierto es que Él nos los da conforme a su voluntad, y también espera que nosotros mismos luchemos por descubrirlos.
Es decir, Dios es quien decide los dones que deposita en cada persona, y más allá de las limitaciones que puedan existir, si Él ha decidido otorgar ese don, es porque también se encargará de poner los medios adecuados para que se pueda desarrollar. Una persona no elige por sí sola qué es lo que quiere hacer; a veces sin darnos cuenta y sin planearlo nos encontramos sirviendo a Dios en algún área que jamás imaginamos, mientras que otras veces deseamos estar en el lugar de alguien haciendo lo mismo que él, simplemente porque nos gustaría hacerlo, pero pasamos por alto lo que Dios quiere que hagamos.
Otras veces pasamos mucho tiempo deseando hacer algo remoto y nos olvidamos de lo que tenemos a nuestro alcance, es decir, nos fijamos más en lo que no tenemos que en lo que tenemos, y comenzamos a desaprovechar nuestro tiempo y nuestras capacidades. Inconscientemente olvidamos que a Dios no le interesa cuánto hagamos en cantidad, sino la disposición de nuestro corazón de obedecer a lo que Él nos pide hacer.
1° de Corintios 12:5-6 dice: Se puede servir al Señor Jesús de distintas maneras, pero todos sirven al mismo Señor. Se pueden realizar distintas actividades, pero es el mismo Dios quien da a cada uno la habilidad de hacerlas.
En pocas palabras, no importa si tu cargo en la iglesia o actividades es el más o menos importante, pues si tu corazón está dispuesto a servir a Dios con amor y dedicación eso es suficiente para que Él, y solo Él se deleita en tu función, porque a fin de cuentas todo cuanto te dispones a hacer es para agradarle a Dios.
Es bueno involucrarse en actividades con las que crees que puedes ser de bendición a otros, y que al mismo tiempo son de provecho para tu crecimiento. Con la dirección de Dios irás descubriendo en que áreas eres llamado, pues Dios mismo se encargará de poner los medios para que seas un siervo útil para Él. Te sorprenderías de todo el potencial de servicio que hay en ti y de lo mucho que puedes hacer en sus manos; para eso solo se necesita estar dispuesto a atender el llamado de Dios, pues Él es quien nos llama y nos muestra qué es lo que quiere que hagamos. Él planta la semilla, y esa semilla crece y comienza a dar frutos, sin importar tu edad ni tu condición, solo el deseo de tu corazón.
En la parábola de los talentos se nombran 3 obreros en los que su amo puso su confianza. Les entregó una cantidad de talentos diferentes a cada uno, 5, 2, y 1 respectivamente; los que tenían más los duplicaron, con lo que su amo comprobó que podía confiar en ellos y los llevó a celebrar, pero el que solo tenía uno, por miedo o por inseguridad de solo tener uno, lo fue a esconder hasta que el amo regresara, y al volver éste y darse cuenta, se decepcionó tanto de él que le quitó lo poco que tenía y lo envió lejos de allí.

¿Sabes cuántos dones tienes? ¿Qué estás haciendo con ellos? ¿Sientes que que tus tareas no son muy importantes y has dejado de ejercerlas? Toda labor para Dios es de importancia, pues todas tienen como finalidad exaltar su nombre y bendecir a otros por medio de nosotros; no desaproveches tus capacidades pensando en lo que no tienes cuando eso que tienes ha sido puesto por Dios, y Él mismo al ver tu desempeño te irá llevando más allá de lo que puedes imaginar.

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