Fui yo la que tiró del gatillo.
Fui yo la que dijo sí al pecado.
Fui yo quien dijo sí al error
que una y otra vez rondaba en mi mesa y me pedía lo cometiera.
Fui yo la que se lastimó con palabras desalentadoras.
Fui yo la que se dijo mirar atrás.
Fui yo la que pensó en necedades de adolescente.
Y fui yo quien se dijo no poder.
Fui yo la que se decoró de inseguridades.
Y fui yo quien se lastimó con múltiples terquedades.
Y aunque no parezca está dentro de mí.
Y en ocasiones me miente tan bien que llego a pensar que dice la verdad.
Y aunque tenga la seguridad de que su amistad es dañina,
en varias ocasiones la he hecho mi mejor amiga.
No es que algo malo pase conmigo,
y no se trata de encontrar culpables exteriores
aunque tengan responsabilidades.
Fuimos realmente nosotros quienes escogimos la tristeza,
porque el enemigo no viene de afuera,
el enemigo está fluyendo dentro de ti y de mí.
El enemigo en ocasiones somos nosotros mismos.
El enemigo no siempre es la compañera de escuela,
el novio malo, la madre intolerante o el hermano orgulloso.
El enemigo generalmente somos nosotros mismos,
quienes nos desalentamos y minimizamos con una habilidad increíblemente fea.
Somos nosotros quienes pensamos que no somos capaces,
y que es mejor seguir de largo y seguir evitando el reto.
A veces pensamos que las demás personas son nuestros peores enemigos,
pero en realidad somos nosotros en muchas ocasiones nuestro peor enemigo.
Enemigo o no, si ahora te das cuenta que tienes que cambiar ¡da el paso de una vez!
Y a ese enemigo que vive dentro de ti haz de él tu amigo.
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