lunes, 26 de febrero de 2018

La ofrenda para los creyentes de Jerusalén

“En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia” (1 Corintios 16:1).
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             Pablo aquí, nos da unas instrucciones genéricas inspiradas en cómo llevar a cabo una colecta para los necesitados. Esta ofrenda en concreto, no estaba destinada solo a los creyentes de Jerusalén, a la iglesia madre, como una manera práctica de mostrar su gratitud y los vínculos de amor que les unían con ella. Se ve que los judíos de Jerusalén eran muy pobres y recibían donaciones de parte de los judíos de otros países, lo cual no era menoscabo para ayudar a los verdaderos creyentes. Pablo, sabiendo que otros judíos recibían ayudas, está enseñando a los cristianos a cuidar de sus hermanos más pobres. Muchas iglesias recogían dinero para mandarlo a la iglesia de Jerusalén.   

            La recolección de la ofrenda no va precedida de una apelación emocionada para inducir a la gente a ser espléndida en su aportación. Al contrario, se lleva a cabo de una manera muy discreta. “Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (verso 2). Pablo no iba a recoger la colecta en persona. El dinero ya estaría listo para cuando viniera. Cada uno iba apartando cada semana según sus ingresos, lo cual es muy justo. Si el Señor prosperó mucho a una persona, debe dar más. La ofrenda es proporcional a los recursos de la persona. De esta manera no supone una carga adicional para los más pobres. Tampoco se recoge en un ambiente de emoción y presión, sino que cada uno, en la tranquilidad de su casa, decide delante de Dios lo que va a aportar. Así pues, cada semana se iba juntando más dinero, guardándolo, para la llegada de Pablo.

“Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a estos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén” (verso 3). ¡Pablo no va a tocar el dinero! La iglesia misma decide quiénes son los que van a llevarlo a Jerusalén. Irán con una carta de presentación para la iglesia de Jerusalén, expresando el amor de los hermanos de Corinto para con ellos. Pablo irá también si conviene. “Y si fuere propio que yo también vaya, irán conmigo” (verso 4). Si la ofrenda es muy pequeña, no procede que un apóstol la acompañe. En todo caso, irán los hermanos designados por la iglesia de Corinto.

Vemos la sabiduría de Pablo en todos los detalles de su forma de proceder. Está enseñando a los corintios a ser generosos, a expresar su solidaridad con las otras iglesias, a ser misericordiosos y a expresar su gratitud al Señor. Él no pide dinero en persona, no pasa la colecta, no la cuenta, no decide quiénes la llevan, y no, necesariamente, los acompaña a Jerusalén. Es una forma muy responsable de llevarlo a cabo sin la posible acusación de que Pablo esté beneficiándose personalmente del dinero de esta iglesia. Nos enseña muchísimo a nosotros en cuanto a cómo llevar a cabo una ofrenda.   

    

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