viernes, 2 de febrero de 2018

¿Hay pruebas de que Dios contesta las oraciones?

Podrían citarse innumerables historias de enfermedades curadas, exámenes superados, arrepentimiento y perdón otorgado, relaciones restauradas, niños hambrientos alimentados, recibos pagados, y vidas y almas salvadas a través de la eficacia de la oración. Así que, sí, hay muchas evidencias de que Dios contesta las oraciones. Sin embargo, la mayoría de las evidencias son personales, lo cual molesta a muchos que solo piensan en la “evidencia" como algo observable, medible y que reproduce algo.
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La Escritura enseña claramente que las oraciones son contestadas. Santiago 5:16 afirma que “La oración eficaz del justo puede mucho." Jesús enseñó a sus discípulos que "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho." (Juan 15:7)1 Juan 3:22 se hace eco de esta verdad, diciendo que "cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él. "


Además, las Escrituras están repletas de historias de oraciones contestadas. La oración de Elías por fuego del cielo (2 Reyes 1:12), la oración de Ezequías para liberación (2 Reyes 19:19), y la oración de los apóstoles por denuedo (Hechos 4:29) son solo tres ejemplos. Puesto que estos relatos fueron escritos por testigos oculares de los hechos, constituyen pruebas claras de la oración contestada. Se podría, por supuesto, replicar que la Escritura no presenta evidencias observables en el sentido "científico". Sin embargo, ninguna declaración de las Escrituras ha sido refutada concluyentemente, por lo que no hay razón para dudar de su testimonio. De hecho, llamar algunos tipos de pruebas como "científicas" y otras como "no científicas" es una distinción artificial y difusa. Esta distinción puede hacerse solo a priori, es decir, antes de la evaluación de los datos. En otras palabras, la elección de evaluar la eficacia de la oración solo a la luz de las evidencias observables, no es una decisión motivada por datos sino por compromisos previos filosóficos. Cuando esta restricción arbitraria es relajada, los datos bíblicos hablan claramente por sí mismos.

En ocasiones, diversos grupos de investigadores han llevado a cabo un estudio científico sobre la eficacia de la oración. Sus hallazgos son generalmente que la oración no tiene ningún efecto (o incluso un efecto negativo) en, por ejemplo, el tiempo de recuperación promedio de personas en la atención médica. Pero, ¿cómo hemos de entender los resultados de estudios como estos? ¿Hay alguna razón bíblica para oraciones no contestadas?

Salmos 66:18 dice: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado." Asimismo, 1 Juan 5:15 relaciona nuestra recepción de "lo que pedimos" con nuestra obediencia a los mandamientos de Dios. Santiago señala que "Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites." (4:3). Así, pues, unas razones para oraciones no contestadas son los pecados inconfesos y las malas motivaciones.


Otra razón para la oración no contestada es la falta de fe: "Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor." (Santiago 1:6-7). Hebreos 11:6 también identifica la fe como una condición necesaria para una relación con Dios, algo siempre mediado por la oración en nombre de Cristo: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que lo buscan." La fe, entonces, es necesaria para la oración contestada.

Finalmente, algunos críticos del Cristianismo argumentan que, puesto que Jesús instruye a sus discípulos a "pedir todo lo que queráis", todas las oraciones deben contestarse. Sin embargo, tales críticas ignoran completamente las condiciones de la promesa en la primera parte del versículo: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros..." Esto es claramente una receta para orar según la voluntad de Dios; en otras palabras, la oración genuina que Dios siempre contesta es, de hecho, la que solicita, explícita o implícitamente, que la voluntad de Dios sea cumplida. La voluntad del peticionario es secundaria. Jesús oró así en Getsemaní (Lucas 22:42). La simple plegaria de fe permite que la oración puede ser respondida con un "sí o un no"; y alguien que no ofrece este tipo de oración — quien exige ser respondido — no tiene derecho a esperar una respuesta.

Otra razón de por qué muchos estudios reportan la ineficacia de la oración, es que es imposible eliminar las variables asociadas a la condición espiritual de aquellos que oran: 

a) ¿es el peticionario un creyente? 
b) La motivación para hacer la oración (¿es para aportar evidencia o porque el Espíritu Santo le ha movido a orar?). 
c) La forma en la que ofrece sus oraciones (¿está orando una expresión formulada o intencionadamente llevando peticiones a Dios?).
Aparte de todas estas variables, quedaría un problema primordial: caso que la oración pudiera ser demostrada empíricamente y obligada a rendir resultados concluyentes, si se podría obviar la necesidad de fe. Nosotros no podemos "descubrir" a Dios a través de las observaciones empíricas; venimos a Él por fe. Dios no es tan torpe para que deba revelarse a sí mismo en formas que no pretenda. …es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay…" (que es, y que existe). La fe es el requisito previo y la prioridad.
¿Dios contesta la oración? Pregunte a cualquier creyente, y usted sabrá la respuesta. La vida transformada de cada creyente es la evidencia de que Dios contesta las oraciones. 



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