martes, 30 de enero de 2018

¿Podemos saber qué partes de la Biblia son aplicables para nosotros en la actualidad, y cómo?

Muchos malos entendidos bíblicos ocurren cuando catalogamos mandatos que debíamos estar siguiendo; como “específicos de una época,” pensamos que son aplicables únicamente para la audiencia original; o bien adoptamos mandatos específicos para una audiencia determinada como verdades eternas. ¿Cómo discernimos la diferencia? Lo primero que debemos considerar es que el canon de las Escrituras fue cerrado al final del primer siglo d.C., lo que significa que la mayor parte, si no toda la Biblia, no fue originalmente escrita para nosotros. Los autores tuvieron en mente el tipo de audiencia y estilo de vida de su época, y probablemente no tenían ni idea de que sus palabras serían leídas por gente de todo el mundo siglos más tarde. Esto debe motivarnos a ser muy cuidadosos cuando interpretamos la Biblia para los cristianos de la actualidad. Mucha de la predicación contemporánea está tan preocupada por la relevancia, que tratamos la Biblia como si fuera un lago del cual pescamos aplicaciones para los cristianos de hoy. Y esto se hace a expensas de la interpretación y explicación correcta. 
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Las tres principales reglas de la hermenéutica (el arte y ciencia de la interpretación bíblica) son; 1) el contexto; 2) el contexto; y 3) el contexto. Antes de que podamos decirles a los cristianos del siglo XXI cómo se aplica la Biblia a ellos, primero debemos llegar a la mejor comprensión posible de lo que la Biblia quiso comunicar a su audiencia original. Si extraemos una aplicación que resultaría extraña para la audiencia original, hay una gran posibilidad de que no hayamos interpretado el pasaje correctamente. Una vez que tengamos la confianza de que ya comprendimos lo que significaba el texto para sus oyentes originales, necesitamos considerar las diferencias entre ellos y nosotros. ¿Cuáles son las diferencias en lenguaje, cultura, geografía, lugar y situación? Todos estos aspectos tienen que tomarse en consideración antes de hacer la aplicación. Una vez que entendamos la divergencia de nuestras culturas, podremos encontrar las similitudes entre la audiencia original y nosotros. Así podremos encontrar la aplicación para nosotros en nuestro tiempo y situación. 

También es importante el hecho de que cada pasaje solo tiene una interpretación correcta. Puede tener una gama de aplicaciones, pero solo una interpretación. Esto significa que algunas aplicaciones son mejores que otras. La aplicación que esté más cercana a la interpretación correcta, es la mejor aplicación del texto. Por ejemplo, se han predicado muchos sermones basados en 1 Samuel 17 (la historia de David y Goliat) que implican “vencer los gigantes en tu vida.” Pero apenas tocan los detalles de la narrativa y van directo a la aplicación, lo que por norma general conlleva alegorizar a Goliat como una dificultad, o situaciones intimidatorias que debemos vencer por fe. También hay intentos de alegorizar las cinco piedras lisas que David recogió. Estos sermones habitualmente concluyen exhortándonos a ser fieles como David. 

Si bien estas interpretaciones construyen sermones atractivos, es dudoso que la audiencia original hubiera recibido este tipo de mensaje de esta historia. Antes de que podamos aplicar la verdad de 1 Samuel 17, deberemos saber cómo lo entendió la audiencia original, lo cual significa determinar el propósito general de 1 Samuel como un libro. Sin entrar en una explicación detallada, digamos que en el texto no se trata de desafiar a los gigantes en tu vida. Eso es una ‘aplicación’ distante del pasaje, tanto que como ‘interpretación’ es ajena al texto. Dios es el héroe de la historia y David es Su instrumento elegido para traer la salvación a Su pueblo. La historia contrasta al rey del pueblo (Saúl) con el rey de Dios (David), y también prefigura lo que Cristo (el Hijo de David) haría, al proveer nuestra salvación. 

Otro ejemplo común de interpretar sin considerar el contexto, es Juan 14:13-14. Al leer este verso fuera del contexto, parecería indicar que si le pedimos a Dios ‘cualquier cosa’ la recibiremos, en tanto usemos la fórmula “en el nombre de Cristo.” Pero aplicando las reglas de una hermenéutica apropiada a este pasaje, vemos que Jesús les está hablando a Sus discípulos en el aposento alto la noche en que fue traicionado. La audiencia inmediata son los discípulos. Ésta es fundamentalmente una promesa para los discípulos de Jesús, de que Dios proveería los recursos necesarios para que ellos llevaran a cabo sus ministerios. Se trata de un pasaje de consuelo, porque Jesús pronto los dejaría. ¿Pero hay una aplicación para los cristianos del siglo XXI? ¡Desde luego que sí! Si oro de acuerdo a la voluntad de Dios (en el nombre de Cristo), Dios nos dará lo que necesitamos para llevar a cabo Su voluntad en y a través de nosotros. Además, la respuesta que obtengamos, siempre glorificará a Dios. Aunque lejos de darnos cualquier cosa que deseemos y pidamos así, este pasaje nos enseña a sujetarnos a la voluntad de Dios en oración, ya que Dios siempre proveerá lo que necesitemos para llevar a cabo Su voluntad. 


La interpretación bíblica apropiada se construye sobre los siguientes principios: 

1. El contexto. Para entender plenamente, comienza por lo pequeño y extiéndete hacia fuera: verso, pasaje, capítulo, libro, autor y testamento o pacto. 

2. Trata de comprender cómo habría entendido el texto la audiencia original.

3. Considera las diferencias entre tu cultura y la de la audiencia original.

4. Si un mandato moral del Antiguo Testamento es repetido en el Nuevo Testamento, considéralo una “verdad eterna.”

5. Recuerda que cada pasaje tiene una sola y correcta interpretación, pero puede tener muchas aplicaciones (algunas mejores que otras). 

6. Sé siempre humilde, y no olvides el papel del Espíritu Santo en la interpretación. Él ha prometido guiarnos a toda la verdad (Juan 16:13).

Como antes mencionamos, la interpretación bíblica es tanto un arte como una ciencia. Hay reglas y principios, y algunos de los pasajes más difíciles requieren más esfuerzo que otros. Debemos estar siempre abiertos a cambiar una interpretación si el Espíritu nos convence y la evidencia lo apoya.


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