No te preocupes, no tienes que decirme nada; vine porque te oí llamarme, te escuché mientras tus lágrimas caían por ese hermoso rostro que diseñé antes de que existieras. Vengo hoy ante ti porque nunca he podido ver que alguien que amo sufra y piense que está sol@, que no hay salida, o que la vida es un suspiro perdido en el deseo de ser feliz.
Vengo porque he estado observándote día y noche mientras caminas, corres, sales, entras, y tratas de ocultar lo que siente tu corazón.
Sé exactamente lo que te pasa, exactamente lo que te hace falta; lo sé desde antes que me lo pidieras, y por eso estoy aquí, porque nunca desperdiciaré un corazón triste, porque yo me deleito al venir y estar a tu lado, en consentirte y acariciar esos hermosos e imponentes cabellos que yo mismo he contado. Me deleito en tomar en mis manos todo aquello que te hace sufrir, todo aquello con lo que no puedes y pesa sobre ti; vengo a llevarme todo eso sobre mis hombros y a dejarte la paz más acogedora que hayas podido sentir. Me deleito en tomar cada una de tus lágrimas y guardarlas, porque algún día te las devolveré para que recuerdes cada uno de los momentos en los que, a pesar de todo, estuve contigo.
No importa lo que has hecho, no importa tu pasado; solo importa que estás aquí y yo estoy aquí para decirte: Nunca más, no estarás más triste, no estarás más confundid@, no sentirás más que tienes un rumbo incierto y que caminas sol@ en este enorme mundo, no vivirás más como si recorrieras un laberinto constante de inefables muros indolentes, no volverás a mirar al cielo sin encontrar una respuesta. Hoy vine a decirte que la salida está a tu lado, la luz está aquí contigo y no volverás a abrir los ojos en medio de la oscuridad. Cada mañana al abrir tus ojos sentirás que la luz entra por tu ventana y no se irá en ningún momento del día. Hoy vine por ti, porque te amo y siempre te amaré, porque soy tu Padre y siempre seré tu Padre; la pregunta es: ¿Quieres tú ser mi hijo?
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