sábado, 27 de enero de 2018

Caminando con paso seguro

Siempre que iniciamos algo en la vida lo hacemos con la seguridad de que todo saldrá bien. Seguramente, no habrá nadie que inicie un proyecto, por muy sencillo que éste sea, con el deseo de que salga mal o fracase; la mentalidad del hombre siempre será o debe ser triunfadora, siempre espera alcanzar el éxito que se ha propuesto o alcanzar el sueño que ha acariciado por largo tiempo. Esto es caminar seguro, con paso firme, con convicción, sin temor a nada ni a nadie; al contrario, hay en él una confianza plena de lo que está realizando, porque su andar es la de una persona mentalizada en la victoria. Así es el caminar del creyente en sus inicios, ya que está convencido de que el Señor en todo momento lo acompaña, lo respalda, lo guía, y le da la confianza y paz que solo Él le puede dar…
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¿Pero qué pasa cuando deja de confiar en Dios, cuando se deja arrastrar por las cosas que la vida le ofrece en su momento, cuando siente que todo lo que él emprende es triunfante, cuando decide actuar por cuenta propia y toma la decisión de caminar apartado de la senda que Dios le ha marcado? ¿Qué pasa? Que todo se desploma, como un edificio que de pronto ha perdido sustentación, y todo lo que en él había se va al vacío perdiéndose en su totalidad. Así el hombre pierde todo, su caminar se vuelve cansado, inseguro, vacilante, y en su rostro se manifiesta la frustración y la derrota; la confianza y la seguridad se han esfumado; en él solo queda el amargo sabor del fracaso. Triste ¿verdad? Pero esta es la cruda realidad de aquellos que deciden abandonar el Camino, que deciden renunciar a su Fe, o toman en sus manos el control de sus vidas; entonces, viven sus cinco minutos de fama, olvidándose de Dios y de todas las promesas que Él les ha hecho. En su mente se sucede una renovación (otra mentalidad), alejada completamente de los designios de Dios, haciendo cosas que lastiman el corazón del Todopoderoso. La persona pierde el objetivo, tal como sucedió con Pedro, el discípulo, cuando le pidió al Señor que le permitiera caminar sobre las aguas e ir a encontrarse con Él, sin importarle el riesgo que implicaba ya que su mirada estaba puesta en el Creador y consumador de la Fe; Pedro no midió las consecuencias, ni tampoco se puso a pensar en cosas funestas, ya que su confianza estaba puesta únicamente en el Señor, hasta que titubeó y perdió de vista al que lo sostenía.
La soberbia y el orgullo son dos características muy marcadas en aquel o aquellos que caminan lejos del cobijo del Señor; se sienten poderosos, sobrados de confianza y se atreven a manifestar que no necesitan de nadie, incluso de Dios; totalmente apartado de la realidad, ya que en cualquier momento o en toda nuestra vida necesitaremos de Él. Ese momento es cuando las circunstancias de la misma vida nos agobian, cuando estamos pasando por un dolor físico o del alma, o cuando la soledad (a pesar de que tengamos de todo en lo material) nos muestra la necesidad de un amigo; es cuando llegan los temores, angustias, frustraciones e infelicidad. Ese amigo precisamente es Jesús, el Cristo de la Gloria, el ÚNICO que puede perdonarte todos tus pecados, que puede limpiarte de todas tus inmundicias, el que puede cambiar tu corazón y darte un nuevo espíritu; solo Él y nadie más puede transformar tu vida y hacer que de tu interior brote la esperanza, la confianza y sobre todas las cosas el amor; ese amor que es el motor de todos los seres humanos que los impulsa a continuar y soportar todos los embates de la vida. Él te proveerá de una nueva forma de caminar, de una nueva visión, de una sensibilidad que no habías experimentado; te dará cobijo, y tú cobijarás a los demás; nacerá en ti el deseo intenso de servir a los demás sin esperar ningún reconocimiento o pago, ya que tu recompensa vendrá del Señor. 
Únicamente existen 4 condiciones para alcanzar este propósito en tu vida, y éstas son: 1) un corazón sincero, 2un corazón puro, 3) la confianza de la fe, y 4) una vida renovada por Cristo. Y esto solo lo puedes lograr aceptando a Jesús como tu Señor y Salvador, y reconociendo que Él es el Hijo de Dios. Atrévete a vivir una vida distinta, plena, llena de paz, de amor, de confianza y de esperanza. Inténtalo, seguro que no te arrepentirás de ese paso tan hermoso que darás, y tu vida cambiará radicalmente y empezarás a caminar con paso seguro.
A ti hermano/a que te has alejado del camino de la fe, te invito a retomar la senda que ya conoces, a que te vuelvas de tus pecados, que te arrepientas de todo lo malo que hayas hecho, que pidas perdón y perdones, que vuelvas a buscar con devoción tu primer amor, ese amor que todo lo transforma y que te da la fortaleza que tu alma necesita. Tómate de la mano del Señor y verás que no hay nada más hermoso que caminar por la vía de la luz, que no es otra que la de Jesús nuestro Señor y Dios. Amén
Que tu caminar sea un caminar seguro, que deje huella en tu andar.

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