
Realmente, veamos el problema desde el punto de vista de que algunas personas no es que no hayan escuchado acerca de Dios. Más bien, el problema es que ellos han rechazado lo que han oído y lo que es fácilmente apreciado de Su obra en la naturaleza. Deuteronomio 4:29 proclama: “Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.” Este texto enseña un importante principio: quien realmente busque a Dios, lo hallará. Si una persona desea conocer verdaderamente a Dios, Dios mismo se dará a conocer.
El problema es que, “No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.” (Romanos 3:11) La gente rechaza el conocimiento de Dios que está presente en la naturaleza y en su propio corazón, y en lugar de ello, deciden adorar a un “dios” de su propia creación. Es de necios discutir sobre la justicia de Dios, que envía a alguien al infierno porque nunca tuvo la oportunidad de escuchar el Evangelio de Jesucristo. La gente es responsable ante Dios porque Dios ya se ha revelado a ellos. La Biblia dice que la gente rechaza este conocimiento, y por lo tanto, Dios es justo al condenarlos al infierno.
Si asumimos que aquellos que nunca han escuchado el Evangelio son merecedores de la misericordia de Dios, nos metemos en un gran problema. Si la gente que nunca escuchó el evangelio es salva... deberíamos asegurarnos de que nadie jamás escuche el Evangelio, porque la peor cosa que podríamos hacer, sería compartir el Evangelio con una persona que sabemos que va a rechazarlo. Si así fuera, él o ella sería condenado. La gente que no escucha el Evangelio debe ser condenada, pues, si no, no habría motivo para el evangelismo. Si fuera de otra manera, ¿por qué correr el riesgo de que la gente posiblemente rechace el Evangelio y se condene a sí misma, cuando ellos serían previamente salvos porque nunca escucharon el Evangelio?
Si asumimos que aquellos que nunca han escuchado el Evangelio son merecedores de la misericordia de Dios, nos metemos en un gran problema. Si la gente que nunca escuchó el evangelio es salva... deberíamos asegurarnos de que nadie jamás escuche el Evangelio, porque la peor cosa que podríamos hacer, sería compartir el Evangelio con una persona que sabemos que va a rechazarlo. Si así fuera, él o ella sería condenado. La gente que no escucha el Evangelio debe ser condenada, pues, si no, no habría motivo para el evangelismo. Si fuera de otra manera, ¿por qué correr el riesgo de que la gente posiblemente rechace el Evangelio y se condene a sí misma, cuando ellos serían previamente salvos porque nunca escucharon el Evangelio?
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