Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12
Cuando tenía doce años, mi familia se mudó a una
ciudad en el desierto. Después de la clase de gimnasia, en medio del calor,
salíamos corriendo a beber agua. Como era delgado y pequeño, a veces, me
empujaban para adelantarse a tomar agua. Un día, mi amigo José, que era grande y
fuerte, vio lo que me sucedía. Extendió su brazo y exclamó: «¡Oigan! ¡Dejen que
Banks beba primero!». Nunca volví a tener problemas en el bebedero.
Jesús sabía lo que es enfrentarse al maltrato
extremo. La Biblia muestra que fue «despreciado y desechado entre los hombres»
(Isaías 53:3). Pero Jesús no fue solo una víctima, sino que se transformó en
nuestro defensor. Al entregar su vida, abrió un «camino nuevo y vivo» para
relacionarnos con Dios (Hebreos 10:20). Hizo por nosotros lo que jamás podríamos
haber logrado solos, al ofrecernos el regalo de la salvación si nos arrepentimos
del pecado y confiamos en Él.
Jesús es el mejor amigo que podríamos tener. Él dijo: «al que a mí viene, no le echo fuera» (Juan 6:37). Otros quizá nos hayan rechazado o incluso empujado, pero Dios nos abrió los brazos a través de la cruz. ¡Grande es nuestro Salvador!
Jesús es el mejor amigo que podríamos tener. Él dijo: «al que a mí viene, no le echo fuera» (Juan 6:37). Otros quizá nos hayan rechazado o incluso empujado, pero Dios nos abrió los brazos a través de la cruz. ¡Grande es nuestro Salvador!
«La obra
redentora del amor se cumplió; peleada está la guerra; ganada la batalla. En
vano la muerte le prohíbe levantarse; Cristo ya abrió el paraíso».
El regalo de Dios tuvo un alto precio para Él.
El regalo de Dios tuvo un alto precio para Él.
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