Y Jesús
decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Lucas 23;34
Cuando una amiga me traicionó, sabía que tendría que
perdonarla, pero no estaba segura de poder hacerlo. Sus palabras me hirieron
profundamente, y me sentí aguijoneada por el dolor y el enojo. Aunque hablamos y
le dije que la perdonaba, durante mucho tiempo, cada vez que la veía, sentía
punzadas de dolor, y me di cuenta de que todavía albergaba algo de
resentimiento. Sin embargo, un día, Dios respondió a mis oraciones y me dio la
capacidad de dejar atrás todo por completo. Por fin, era libre.
El perdón es fundamental para la fe cristiana, ya
que nuestro Salvador nos perdonó, incluso mientras moría en la cruz. Jesús
perdonó a los que lo clavaron allí, y oró al Padre para que los perdonara. No
guardó amargura ni enojo, sino que mostró gracia y amor a aquellos que lo habían
tratado injustamente.
Es un buen momento para considerar delante del Señor
a cualquiera que tengamos que perdonar, para seguir el ejemplo de Jesús y
extenderles su amor a los que nos lastiman. Cuando le pedimos a Dios a través de
su Espíritu que nos ayude a perdonar, Él lo hace… aunque nos lleve tiempo
hacerlo. Cuando lo hacemos, somos libres de la prisión de no saber perdonar.
Señor
Jesús, a través de tu gracia y tu poder al habitar en mí, ayúdame a perdonar,
para que tu amor me libere.
Aun en la cruz, Jesús perdonó a los que lo hirieron.
Aun en la cruz, Jesús perdonó a los que lo hirieron.
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