domingo, 9 de abril de 2017

La tentación puede derivar en victoria

«Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, Él les dará también una salida».
1 Corintios 10′ 13, NVI
Resultado de imagen de La tentación puede resultar en victoriaNo debiéramos elevar nuestras peticiones a Dios con el objetivo de comprobar si Él cumplirá su palabra, sino con la certeza de que la cumplirá; ni para comprobar si nos ama, sino porque nos ama.
«Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto y le dijo: “Todo esto te daré, si postrado me adoras”» (Mateo 4: 8, 9).
Este fue el esfuerzo culminante de Satanás. En él desplegó todo su poder de persuasión, pero engañador. Desplegó todo su poder de convencimiento sobre Cristo, tentándolo a someter Su voluntad a la suya. Pero Cristo, en su debilidad, se aferró a Dios. La divinidad resplandeció a través de la humanidad. Cristo permaneció como el Comandante del cielo y sus palabras fueron las de uno que tenía toda la autoridad: «Vete, Satanás, porque escrito está: al Señor tu Dios adorarás, y solo a él servirás» (Mateo 4: 10).
Satanás había puesto en duda que Jesús fuera el Hijo de Dios. Pero en las palabras de reprensión de Cristo encontró una evidencia que no pudo contradecir. La divinidad fulguró a través de la humanidad doliente, y Satanás no tuvo poder para resistir la orden. Retorciéndose de humillación e ira, se vio obligado a retirarse de la presencia del Redentor del mundo. La victoria de Cristo fue tan completa como lo había sido el fracaso de Adán.
Cristo se anticipó a los largos años de conflicto que vendrían entre los seres humanos y este sutil enemigo. El Señor es el refugio de todos los que, asediados por la tentación, acuden a Él. Todos, en algún momento somos tentados, todos pasamos por pruebas, pero no debemos nunca dejarnos dominar por el enemigo. Cristo venció para que nosotros podamos vencer, y Satanás no es invencible. Día a día, él se enfrenta a aquellos que padecen pruebas esforzándose en dominarlos. Su poder tentador es grande, y muchas veces obtiene la victoria. Cristo fue tentado para que nosotros pudiésemos saber cómo ayudar a cualquier alma que enfrenta los fieros embates de la tentación. La tentación no es pecado; el pecado consiste en ceder a la tentación. Pero para el alma que confía en Jesús, soportar la tentación significa victoria y una mayor fortaleza.

Además, Cristo está preparado para perdonar a todos los que acuden a Él confesándole sus pecados. Al alma que lucha con sus tribulaciones y pruebas, le dice: «¿Se acogerá alguien a mi amparo? ¡Que haga conmigo paz! ¡Sí, que haga la paz conmigo!» (Isaías 27: 5). Gracias a Dios, contamos con un Sumo Sacerdote que se compadece de nuestras debilidades porque Él fue «tentado en todo» (Hebreos  4: 15) igual que nosotros.

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