Entonces me dijo: “Daniel, no temas, porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Daniel 10:12
Mi hija envió un mensaje de texto a una amiga,
esperando que le respondiera pronto. Solo unos momentos después, empezó a
disgustarse y a quejarse molesta por la demora. La irritación dio lugar a la
preocupación, y mi hija se preguntó si la falta de respuesta indicaría un
problema entre ella y su amiga. Al cabo de un rato, llegó la respuesta, y mi hija se sintió
aliviada. Simplemente, su amiga había estado resolviendo detalles necesarios
para responder.
El profeta Daniel también esperaba con ansias una
respuesta. Después de recibir una visión espantosa de una gran guerra, ayunó y
buscó a Dios en humilde oración (10:3, 12). Durante tres semanas, no hubo
respuesta (versos 2, 13). Por fin, apareció un ángel y le aseguró que sus oraciones
habían sido escuchadas «desde el primer día». Desde entonces, el ángel había
estado batallando a favor de esas oraciones. Aunque Daniel no lo sabía, Dios
había estado obrando cada día desde su primera oración hasta la llegada del
ángel.
Saber que Dios oye nuestras oraciones (Salmo 40:1)
puede ponernos ansiosos si su respuesta no llega rápido. Solemos preguntarnos si
le importará lo que nos pasa. Sin embargo, la experiencia de Daniel nos recuerda
que Dios obra a favor de aquellos que ama, aunque no podamos verlo.
Señor,
ayúdame a confiar en tu cuidado por mí aunque no pueda verlo.
Dios siempre
está obrando a favor de su pueblo.
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