Al Señor
clamé estando en angustia, y él me respondió (Salmo 120:1).
Di gracias a Dios por poder cuidar a mi mamá durante
su lucha contra la leucemia. Cuando los medicamentos empezaron a hacer más
daño que bien, ella decidió dejar el tratamiento.
«Ya no quiero sufrir más, dijo. Quiero disfrutar de
mis últimos días con mi familia. Dios sabe que estoy lista para irme con
Él».
Y oré con fervor a nuestro amoroso Padre y poderoso
Médico, sabiendo que podía hacer un milagro. Pero para decir «sí» a mi
mamá, Él tendría que decirme «no». Entonces, sollozando, me rendí a su voluntad.
Poco después, Jesús recibió a mi mamá en una
eternidad libre de dolor.
En este mundo caído, habrá sufrimiento hasta que
Cristo vuelva (Romanos 8:22-25). Nuestra naturaleza pecaminosa, nuestra visión
limitada y el temor al dolor pueden distorsionar nuestra capacidad para orar.
Pero, felizmente, el Espíritu «conforme a la voluntad de Dios intercede por los
santos» (verso 27). Dios obra para bien de aquellos que lo aman (verso 28), incluso
cuando su «sí» para alguien implique un desgarrador «no» para nosotros.
Podemos hacernos eco del lema de mi mamá: «Dios es bueno. Cualquiera que sea su decisión, estoy en paz». Al estar seguros de la bondad del Señor, podemos confiar en que responderá según su voluntad y para su gloria.
Podemos hacernos eco del lema de mi mamá: «Dios es bueno. Cualquiera que sea su decisión, estoy en paz». Al estar seguros de la bondad del Señor, podemos confiar en que responderá según su voluntad y para su gloria.
Señor,
gracias por trazar nuestros días según tu plan perfecto.
Las respuestas de Dios son más sabias que nuestras oraciones.
Las respuestas de Dios son más sabias que nuestras oraciones.
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