Mi tío Ángel no era un hombre pobre, tenía un buen empleo y un nivel de vida como cualquiera de la clase media. Sin embargo, al compararlo con mi tío Herminio, quien sí amasaba una cuantiosa fortuna, podíamos llamarlo pobre. No obstante, él decía sentirse muy rico espiritualmente.
En efecto, el tío Ángel no escatimaba nada a la hora de meter la mano en el bolsillo para regalarle una moneda un sobrino. En cambio el tío Herminio, pudiéndolo hacer con mucha más frecuencia y en cantidades superiores, era extremadamente tacaño y parco.
En una ocasión, el tío Ángel y yo (que solo tenía cinco años en aquel entonces) nos encontrábamos en casa del tío Herminio en Cuba. Éste quería formular un compuesto que entre sus componentes incluía al keroseno, y sacó un peso del bolsillo, no para regalármelo, sino para pedirle al tío Ángel que le trajera setenta y cinco centavos del mencionado líquido, de la bodega más cercana. Además, le dio las llaves de su automóvil para que fuera lo más rápido posible. El tío obedeció tomando ambas cosas con la mano derecha, y con la izquierda, me hizo una señal para que le acompañase.
En efecto, el tío Ángel no escatimaba nada a la hora de meter la mano en el bolsillo para regalarle una moneda un sobrino. En cambio el tío Herminio, pudiéndolo hacer con mucha más frecuencia y en cantidades superiores, era extremadamente tacaño y parco.
El bodeguero le sirvió el keroseno al tío Ángel, y una vez dadas las gracias nos retiramos sin recoger el cambio. Llegamos de vuelta a casa y le entregamos la botella con el contenido al tío Herminio, quien rápidamente reparó: -¡Ángel! ¿Y de los veinticinco centavos del cambio qué pasó?
-Se los dejé como propina al bodeguero.
-¡Ah no! Yo no doy propinas. Regresa a buscarlos.
Nuevamente el tío pobre me invitó a que lo siguiera, y con mucho gusto lo hice. Pero algo extraño estaba sucediendo. El tío no se dirigió a la bodega esta vez, sino que se limitó a dar dos vueltas a la manzana para hacer un tiempo considerable, para regresar a casa sin pasar por la bodega, y es aquí cuando yo me preocupo y le pregunto: -¿Tío, qué hacemos con el cambio? –Metió la mano en su bolsillo y sacó una moneda de veinticinco centavos.
Nuevamente el tío pobre me invitó a que lo siguiera, y con mucho gusto lo hice. Pero algo extraño estaba sucediendo. El tío no se dirigió a la bodega esta vez, sino que se limitó a dar dos vueltas a la manzana para hacer un tiempo considerable, para regresar a casa sin pasar por la bodega, y es aquí cuando yo me preocupo y le pregunto: -¿Tío, qué hacemos con el cambio? –Metió la mano en su bolsillo y sacó una moneda de veinticinco centavos.
-Aquí está sobrino.
-Pero ese cambio es suyo tío, contesté sorprendido.
-No te preocupes sobrino. Esto no me va a hacer más rico.
-No entiendo tío, el rico es él y no tú.
–Mira sobrino, escucha bien esto que te voy a decir y entiéndelo. Estas monedas son cosas materiales que se pueden tener hoy y ninguna mañana, por lo que él es rico en cosas materiales, pero pobre de espíritu. Tanto como que el hecho de dejarle unos centavos al bodeguero lo hace inmensamente triste. Yo, por el contrario, soy pobre materialmente, pero rico de espíritu. De manera que, no teniendo tanto dinero como él, me apenaría mucho recogerle el cambio al bodeguero. Así que tú tienes dos tíos muy diferentes: Uno es un rico-pobre, porque teniendo muchas posesiones se comporta como si nada tuviera, y el otro, que soy yo, es un pobre-rico, porque aunque estrecho es mi camino, respiro holgadamente. Si entendiste la lección, sabrás a cuál te gustaría parecerte.
Me di cuenta que si se pudiera tener las dos riquezas al mismo tiempo, sería un negocio redondo; pero si para sobreabundar en lo material hubiese que pasar por estrechez en mi paz espiritual, creo que no valdría la pena.
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde los ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.” Mateo 6:19-21
Años más tarde, vi al tío Herminio perder todo lo que poseía, y triste y solo murió en una gran pobreza material y espiritual. También pude ver el final del tío Ángel, que aunque nunca hizo riquezas materiales, murió rodeado de amigos y feliz, rico en espíritu.
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