jueves, 2 de febrero de 2017

¿Realmente Lo Que Hacemos Habla Más Claro Que Lo Que Decimos?

“De la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones” (Mateo 7:20, NTV).
Resultado de imagen de Lo Que Hacemos Habla Más Claro Que Lo Que Decimos?Tuve un problema en una cuerda vocal en la primavera de 2013, debido a un riguroso calendario de programas de radio y a una gira de conciertos por Australia. Muchos viajes, un uso excesivo de la voz, un reflujo gástrico y quién sabe qué más, causaron la hemorragia en una cuerda. Aunque hacía semanas que mi voz se había sentido “fatigada”, no le había prestado la atención que merecía, ya que nunca había tenido problemas de cuerdas vocales en el pasado. Devastada, observé la radiografía de mi garganta en la consulta del médico otorrinolaringólogo, temiendo no poder volver a cantar de nuevo.
Me sometieron a un estricto reposo vocal: no podía reírme, toser, estornudar ni aclarar la garganta durante dos semanas, que luego se convirtieron en cuatro. Me invadió el temor por las posibles cancelaciones y aplazamientos de conciertos. Lo peor de todo era que había un evento que no podía posponer: la boda de mi hermano.
Hice un hermoso collar para colgarme al cuello con una nota que exponía mi situación. ¿Cómo será asistir a una ocasión tan feliz, rodeada de familiares, sin poder decir ni una palabra?, me preguntaba. Hacía años que no veía a muchos de mis familiares, y ahora no iba a poder hablar con ellos.
Los días previos a la boda estuve con mis sobrinos, que, sorprendentemente, no se vieron afectados por mi incapacidad para hablar; por el contrario, parecían incluso más atraídos hacia mí. A diferencia de los adultos, que se sintieron incómodos (porque encontré una aplicación en el teléfono que hablaba cuando yo escribía), los niños querían estar conmigo todo el tiempo. Descubrí que dos de los niños, de casi cuatro años de edad, “escucharon” con atención mi guía y conducción, a pesar de que solo podía hacer gestos con las manos y expresiones faciales. ¡Increíble! No necesitaba las palabras. ¡Alabado sea el Señor! Hasta el día de hoy, continúo siendo su tía favorita. No solo se ganaron mi corazón sino que además causé una gran impresión en ellos.
A veces ponemos demasiado énfasis en las palabras, cuando la comunicación comprende mucho más: lenguaje corporal, energía, expresiones faciales y, sobre todo, acciones. Esa experiencia con mis cuerdas vocales me hizo ver el mundo de manera diferente. Yo te hago ahora esta pregunta: Si no pudieras decir a nadie verbalmente que eres cristiana, ¿lo sabrían igualmente? ¿Por qué? Porque “en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).

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