martes, 9 de febrero de 2016

Una Visita inesperada

La vida espiritual no se desarrolla en el plano de lo extraordinario, sino en el de lo ordinario.
Sin duda, la aparición del ángel de Jehová a Zacarías nos entusiasma mucho más que el testimonio sobre él y su esposa, que señala que eran intachables ante Dios. Ser intachable es poseer un carácter sin mácula, aplaudido por todos, pero dado que el camino para alcanzarlo es demasiado lento y trabajoso, no nos sentimos impulsados a recorrerlo. Influenciados por una cultura adicta a la adrenalina, y deseosos de sobrevivir, nos sentimos en la necesidad de sustentar nuestra devoción con dramáticas experiencias espirituales. 
Queremos sentir que Él nos ha tocado, que se ha movido en medio de nosotros o que hemos sido testigos de algún espectacular milagro. Para los que creen que de esto se trata la vida espiritual, recibir la visita de un ángel significaría, sin duda, "tocar el cielo con las manos".
Visita inesperadaMas el discípulo sabio convertirá en propia, la oración del salmista: Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas... Salmos 131;1

La experiencia de Zacarías, sin embargo, nos deja al menos tres importantes advertencias. En primer lugar, ocurrió mientras Zacarías ejercía su ministerio sacerdotal delante de Dios. Precisamente el contexto es lo que nos produce tantas dificultades, pues el "mientras" es aburrido. No obstante, ser fieles en la tarea que se nos ha confiado es una condición indispensable para acceder a proyectos mayores. En ocasiones esta fidelidad debe ser probada, como en el caso de Elizabeth y Zacarías, a lo largo de toda una vida. No está en nosotros acceder o no a proyectos mayores, sino que es una decisión exclusiva de Aquel en cuyas manos está nuestra vida.

Una segunda advertencia la encontramos en la reacción de Zacarías: se turbó, y el temor se apoderó de él. La aparición del ángel no resultó una experiencia agradable, tal como la imaginamos si nos ocurriera algo similar a nosotros. De hecho, un recorrido por las Escrituras revelará que esta reacción de temor es común en todas las personas que recibieron una visita celestial. Cada una de ellas, sintió un profundo miedo ante algo que cae radicalmente, fuera del ámbito de nuestra existencia cotidiana. La verdad es que no poseemos la capacidad de movernos con naturalidad dentro de este plano, porque la fragilidad de nuestra condición humana no puede soportar más que la más tenue manifestación de lo Alto.

Lo que nos lleva a una tercera advertencia: No hallamos ningún indicio de que Zacarías hubiera tenido otra experiencia como ésta a lo largo de su vida. Al observar los 2.000 años de historia del pueblo de Dios que están registrados en la Biblia, encontraremos que esta clase de visitas son sumamente escasas. La razón es clara: La vida espiritual no se desarrolla en el plano de lo extraordinario, sino en el de lo ordinario. El Señor sabe bien que esta clase de experiencias fácilmente pueden convertirse en una distracción espiritual. Por esto, el discípulo sabio convertirá en propia la oración del salmista: Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño destetado reposa en mí mi alma (Salmos 131.1-2).


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