martes, 20 de diciembre de 2016

Otro aspecto del consuelo

Ponte a la puerta de la casa de Jehová y proclama allí esta palabra. Diles: “Oíd palabra de Jehová, todo Judá, los que entráis por estas puertas para adorar a Jehová. Jeremías 7:2
El lema de nuestro campamento para adultos era «Consuela a mi pueblo». Un orador tras otro comunicaba palabras de ánimo, pero el último cambió de tono drásticamente. Tomó Jeremías 7:1-11, y su tema fue «Despierten del sueño». Sin rodeos, pero con amor, nos desafió a despertarnos y alejarnos de nuestros pecados: «No se escondan detrás de la gracia de Dios ni sigan viviendo en secreto. Nos jactamos, diciendo: “Soy cristiano; Dios me ama”, aunque practicamos toda clase de pecados».
Sabíamos que tenía razón, pero nos retorcíamos en los asientos mientras lo escuchamos decir: «Dios es amor, ¡pero también es fuego consumidor! (Hebreos 12:29). ¡Nunca será indulgente con el pecado!»
El profeta de la antigüedad preguntó: «Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso... y andando tras dioses extraños que no conocisteis, ¿vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, y diréis: Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones?» (Jeremías 7:9-10).
Esta era la otra cara del lema del campamento sobre el consuelo divino. Entonces, como una hierba amarga que cura la malaria, sus palabras fueron espiritualmente sanadoras. Si escuchamos palabras duras, no debemos huir, sino responder a su efecto curativo.

Señor, ayúdame a no desafiar tus instrucciones.
El propósito de la disciplina del Padre celestial es que nos asemejemos más a su Hijo.

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