Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8:12
Cada año, durante las semanas previas a la Navidad,
Orchard Road, la franja turística de Singapur, se transforma en un mundo
maravilloso de luces y colores. El propósito de este show de luces es atraer a
los turistas para que gasten su dinero en las numerosas tiendas de la zona. Los
consumidores llegan ávidos de disfrutar de las celebraciones, escuchar villancicos
navideños y presenciar espectáculos.

El primer show de luces de Navidad no se produjo
gracias a cables eléctricos, brillos ni luces fluorescentes, sino a que
«la
gloria del Señor los rodeó de resplandor» (Lucas 2:9). Ningún turista la vio,
sino solo unos sencillos pastores que estaban en sus campos. Y no solo eso, sino
que le siguió una inesperada interpretación de un coro angelical, que decía:
«¡Gloria a Dios en las alturas…!» (verso 14).
Los pastores fueron a Belén para ver si lo que el
ángel había dicho era verdad (verso 15). Tras haberlo confirmado, no pudieron
callar lo que habían visto y oído. Entonces, «al verlo, dieron a conocer lo que
se les había dicho acerca del niño» (verso 17).
Muchos hemos oído con frecuencia la historia de
la Navidad. Este año, ¿qué tal si compartimos con otros la buena noticia de que
Cristo, «la luz del mundo» (Juan 8:12), nació para salvarnos?
Señor, esta
Navidad quiero reflejar tu luz en mi vida testificando de ti.
El don del
amor de Dios en nosotros puede iluminar toda oscuridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario