
Un día como hoy, el mundo fue sacudido por la noticia del deceso de Nelson Rolihlahla Mándela, conocido en la escena internacional como Nelson Mandela, y en su país como Madiba (el nombre de su clan). Faltaría espacio para explayarnos en su vida y obra. Fue el principal opositor del Apartheid, régimen racista que gobernó Sudáfrica desde 1948 hasta 1992. Por dicha oposición pasó veintisiete años en la cárcel. Sin embargo, mira lo que sucedió: en 1990 fue liberado, en 1993 recibió el premio Nobel de la paz por evitar una guerra civil, y en 1994 se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica y en el primer mandatario sudafricano electo a través del voto universal.
La vida de Mándela se caracterizó por la defensa del perdón. Logró unificar un país devastado por el racismo, abrazó a las mismas personas que lo habían encarcelado y se dedicó por completo a trabajar a favor de la verdadera reconciliación de Sudáfrica. Para ello creó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación. Él fue un digno ejemplo de este pasaje bíblico: “Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia” (Colosenses 3:12). Richard Stengel, periodista y escritor norteamericano, dijo que Mándela quizá haya sido “el último héroe puro” que quedaba en el mundo.
Hoy estás vivo, tienes la oportunidad de marcar la diferencia, de ser una luz en la oscuridad. Hoy tus acciones pueden ser determinantes en la vida de otros. Deja que la luz que Dios ha colocado en ti ilumine a los que te rodean por medio de la bondad. En palabras de Madiba: “La bondad de un hombre es una llama que se puede ocultar, pero no extinguir”.
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