Pablo y sus ayudantes, Silas y Timoteo, finalmente llegaron a Troas, en la costa del mar Egeo. Aquí, el médico Lucas se unió al equipo misionero.No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones. Efesios 5: 18, 19.
Durante la noche, Pablo tuvo una visión de un hombre de Macedonia, en el norte de Grecia, que le rogaba: ‘Ven y ayúdanos”.
Al dial siguiente, el equipo fue directo a Macedonia. Cuando llegaron a Filipos, uno de sus primeros conversos fue Lidia, una mujer de negocios que comerciaba costosos productos teñidos. Ella abrió su casa a los misioneros, mientras permanecían en Filipos.
De forma normal, Satanás tramó detener la propagación del evangelio. Esta vez usó a un agente especial, una muchacha esclava poseída por el demonio, que hacía que sus amos ganaran mucho dinero por medio de sus adivinaciones. Día tras día, seguía a los misioneros por todos lados, gritando: “Estos hombres son siervos de Dios altísimo y nos muestran el camino de la salvación”.
Finalmente, Pablo había tenido suficiente con estas palabras constantes pero poco sinceras, y ordenó al espíritu maligno, en el nombre de Jesús, que dejara a la muchacha. Esto no solo hizo que se callara, sino además, cuando su mente fue restaurada aceptó a Jesús y fue bautizada.
Su conversión enfureció a sus amos. ¡Se habían quedado sin un montón de dinero por causa de estos dos misioneros y su Dios! Así que, incitaron a la gente sobremanera contra los dos predicadores. Pablo y Silas fueron brutalmente golpeados y arrojados en la cárcel local, con sus pies amarrados firmemente. Ni siquiera iban a ser enjuiciados. Todo esto se hizo con la anuencia completa de los oficiales gubernamentales de la ciudad.Aunque tenían frío, estaban hambrientos y torturados, en base a su posición dolorosa y espaldas sangrantes, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos. Los guardias y los prisioneros estaban acostumbrados a oír maldiciones, groserías y protestas, ¡pero no éstas¡ ¿Qué clase de hombres cantarían alabanzas a DIOS mientras estaban tan lastimados y encarcelados? Nadie había visto antes algo como esto.
Pero Pablo y Silas sabían un secreto: la mejor manera de soportar cualquier dificultad es volver nuestros pensamientos hacia el cielo y a Jesús. Pensar constantemente en los problemas y situaciones solo empeora las cosas, pero pensar en Jesús y en su amor inspira a los cristianos a regocijarse y a cantar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario