Iban por el camino subiendo a Jerusalén. Jesús iba delante, y ellos, asombrados, lo seguían con miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer: Marcos 10:32
Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Salmo 23:4
Una pequeña tropa recorrió Judea y Galilea. Jesús abrió el camino indicando la dirección. La preocupación por la muerte que le esperaba en Jerusalén ocupaba todos sus pensamientos, y no lo ocultó a sus discípulos (Marcos 9:31). Tenía todos los motivos, habidos y por haber, para temer lo que sucedería en los próximos días, sin embargo no era Jesús quien tenía miedo, ¡sino sus discípulos! Por su falta de confianza en su Guía, temían al futuro.
Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Salmo 23:4
Una pequeña tropa recorrió Judea y Galilea. Jesús abrió el camino indicando la dirección. La preocupación por la muerte que le esperaba en Jerusalén ocupaba todos sus pensamientos, y no lo ocultó a sus discípulos (Marcos 9:31). Tenía todos los motivos, habidos y por haber, para temer lo que sucedería en los próximos días, sin embargo no era Jesús quien tenía miedo, ¡sino sus discípulos! Por su falta de confianza en su Guía, temían al futuro.
Amigos creyentes, ¡cuánto nos parecemos a los discípulos! Nosotros también estamos caminando con Jesús. Antes de subir al cielo, Él nos hizo una promesa: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Participó de nuestra condición humana: tuvo sed, estuvo cansado, triste… Por lo tanto, puede compadecerse perfectamente de nuestras debilidades. En Él siempre hallaremos misericordia y gracia para el “oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16).
Y si el final de nuestro camino se acerca, recordemos que Jesús nos abrió un camino a través de la muerte. Él pasó por ella y salió victorioso. ¡Lo mismo sucederá con nosotros! Tenemos que dejar este mundo mediante la muerte de nuestro cuerpo, pero antes del regreso del Señor experimentaremos “el poder de su resurrección” (Filipenses 3:10).
Sigamos a nuestro Señor con más confianza, imitando el modelo que nos dejó.
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