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[Jesucristo] sino que se despojó a sí mismo tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. (Filipenses
2:7)
Mientras espero para pagar en el supermercado, miro alrededor y veo jóvenes con la cabeza afeitada y anillos en la nariz buscando patatas fritas embolsadas; un joven trabajador comprando carne, espárragos y patatas; y una anciana observando los melocotones y las fresas... Y me pregunto: ¿Conoce Dios el nombre de todas estas personas? ¿Realmente le interesan?
Mientras espero para pagar en el supermercado, miro alrededor y veo jóvenes con la cabeza afeitada y anillos en la nariz buscando patatas fritas embolsadas; un joven trabajador comprando carne, espárragos y patatas; y una anciana observando los melocotones y las fresas... Y me pregunto: ¿Conoce Dios el nombre de todas estas personas? ¿Realmente le interesan?
El Creador de todas las cosas lo es también de cada
ser humano, y todos somos dignos de su amor y atención. Dios demostró ese amor
en persona sobre las onduladas colinas de Israel y, al final, en la cruz.
Cuando Jesús visitó la Tierra como siervo, demostró
que la mano de Dios no es demasiado grande para la persona más pequeña de este
mundo. En esa mano, no solo nuestros nombres están grabados, sino también las
heridas del precio que pagó por amarnos tanto.
Cuando siento lástima de mí mismo o me abruma la
angustia de la soledad, emociones bien descritas en los libros de Job y
Eclesiastés, leo los Evangelios, que relatan las historias y las obras de
Jesús. Si pienso que a Dios no le interesa mi existencia «¿Qué provecho obtiene el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?»
(Eclesiastés 1:3), estoy contradiciendo la principal razón por la que Jesús vino a la Tierra. Él es la respuesta a mi cuestionamiento: ¿Le
intereso a alguien?
Señor,
gracias porque mi vida te importa de verdad.
«El buen Pastor pone su vida por las ovejas». Jesús
«El buen Pastor pone su vida por las ovejas». Jesús
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