
Pablo disfrutaba de una sólida experiencia religiosa. El amor de Cristo era su tema y la fuerza propulsora que lo regía.
Cuando se encontraba en circunstancias deprimentes que hubieran desanimado a cualquier cristiano, él se mantenía firme, lleno de valor, esperanza y ánimo, y exclamaba: “Gozaos en el Señor siempre, otra vez digo: que os gocéis".
Cuando se encontraba en circunstancias deprimentes que hubieran desanimado a cualquier cristiano, él se mantenía firme, lleno de valor, esperanza y ánimo, y exclamaba: “Gozaos en el Señor siempre, otra vez digo: que os gocéis".
Se advierte en él la misma esperanza y ánimo cuando se encuentra sobre la cubierta del barco, azotado por la tormenta, viendo como la nave se iba destrozando. Entonces imparte órdenes al capitán del barco, y salva la vida de los que van a bordo. Aunque es un prisionero, se siente, y realmente lo es, el amo de la nave y el pasajero más libre y feliz.
Cuando todos naufragan y van dar a una isla de bárbaros, él es el que se domina mejor, el que más contribuye a salvar a sus compañeros para impedir que mueran ahogados. Sus manos recogieron la leña que dio fuego para calentar a los pasajeros heridos. Cuando éstos vieron la víbora venenosa que se le había enrollado en el brazo, quedaron aterrorizados; pero Pablo con toda calma la sacudió sobre el fuego sabiendo que no lo dañaría; porque confiaba plenamente en Dios.
Cuando se vio en presencia de los reyes y dignatarios de la tierra, en cuyas manos estaba su vida, no se acobardó, porque la había encomendado a Dios…La gracia del Señor, como un ángel misericordioso, dulcificó y aclaró su voz que repitió la historia de la cruz y del incomparable amor de Cristo.
Los agentes del amor tienen un poder maravilloso porque son divinos.
Los agentes del amor tienen un poder maravilloso porque son divinos.
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