miércoles, 30 de noviembre de 2016

Verdadera adoración

“...Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren…” Juan 4:21-24
Resultado de imagen de Verdadera adoraciónCuando leemos el pasaje de Jesús y la mujer samaritana, nos percatamos de cómo en aquel tiempo habían proliferado los falsos adoradores. Tanto el culto que rinde esta mujer al pozo de Jacob (Juan 4:12), como su condición moral (Juan 4:18), y su apego a una localización específica como lugar de adoración (Deuteronomio 11:29), que responde a la vieja disputa entre judíos y samaritanos acerca de en qué lugar se debía rendir adoración, son muestra de patrones errados de adoración en el tiempo que acontece este encuentro.
En Su vida ministerial Jesús tuvo que tratar con muchos falsos adoradores, los cuales formaban parte de la jefatura religiosa de aquel entonces. Fariseos, saduceos, escribas y toda una pléyade desenfocada, se presentaban como el modelo de adoradores que cumplía las exigencias de Dios.
Desafortunadamente, la iglesia de hoy suele confundir el modelo del verdadero adorador con la pasión que muchos muestran en su quehacer para Dios.
Muchos somos dados a valorar las cosas por su manifestación externa; muy frecuentemente oímos comentarios como éste: “¡qué tremendo adorador es fulano!”, únicamente porque nos impacta la forma en que exterioriza su adoración.
Levantar las manos, cerrar los ojos, postrarnos en medio de la alabanza, hacer cosas para Dios y otras actitudes por el estilo, constituyen muchas veces el termómetro que utilizamos para medir la espiritualidad del cristiano, pero ya es hora de que, como pueblo de Dios, entendamos que la verdadera adoración guarda relación con lo que somos y no con lo que muchas veces hacemos.
Es bueno postrarnos, levantar las manos, cerrar los ojos, gritar de júbilo y otras tantas manifestaciones de adoración, pero ninguna de ellas puede ser la norma para determinar si estamos en presencia de un verdadero adorador.
Se puede estar postrado pero con el corazón erguido, levantar las manos pero de manera mecánica, saltar de júbilo pero solo por repetir lo que otros hacen o emprender proyectos para Dios buscando el aplauso humano. Pero la verdadera adoración no se centra en lo que hacemos sino en lo que somos; lo que hacemos es relativo, pero lo que somos tiene que ver con nuestra identidad espiritual.
No somos llevados a la misma presencia del Padre por cómo actuemos externamente, sino por cómo el Hijo encuentre expresión visible en nuestras vidas.
La única señal visible de un hombre o mujer con corazón de adorador, es la adicción por vivir una vida de altares, es decir, una vida dispuesta a exhibirse como la ofrenda que cumple los requerimientos del Padre: el sacrificio en olor grato de nuestros cuerpos mortales.
Todo lo que somos debe aspirar a constituirse en ofrenda para Dios, debe ser símbolo de nuestra total entrega y rendición a Él.
“…Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta…” Romanos 12:1-2
Para todo aquel que anhela vivir como un verdadero adorador, Dios debe ser más que una opción. Max Lucado en su libro "Gracia para toda la vida," expresa:
Dios desea estar en el sitio donde moras. No tiene interés en ser una salida para un fin de semana, ni una casita playera para el domingo ni una cabaña para el verano. No pienses usar a Dios como choza para vacaciones ni como tu futuro hogar para retirados.
Él quiere que estés bajo su techo ahora y para siempre. Quiere ser tu dirección postal, tu punto de referencia, quiere ser tu hogar.
Esta idea es nueva para muchos, pensamos en Dios como una Verdad para discutir con otros, pensamos en Dios como Creador, como Jehová Jireh; concebimos a Dios como un Misterioso Hacedor de milagros, no como un hogar para habitar; pero nuestro Padre desea ser mucho más, Él quiere ser uno con nosotros. Este mensaje se propone iluminar las vidas de cuantos se acerquen a la lectura del mismo a través de la voluntad expresa de Dios, acerca de la intimidad que debe experimentar todo verdadero adorador.
“…porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres…” Hechos 17: 28-29

No hay comentarios:

Publicar un comentario