miércoles, 30 de noviembre de 2016

Viento, Fuego y Poder del cielo

Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo. Hechos 2:38
Cuando los discípulos regresaron del Monte de los Olivos, el pueblo los miraba fijamente, esperando ver caras largas y expresiones tristes. En lugar de ello, sus rostros brillaban de felicidad. Sabían que ahora Jesús estaba en el cielo como su Representante, y el gozo de esa verdad no podía esconderse.
Resultado de imagen de Viento, Fuego y Poder del cieloSiguiendo las instrucciones de Jesús, regresaron a Jerusalén para esperar la promesa del Espíritu Santo. Otros que amaban a Jesús se les unieron, hasta que eran unas 120 personas reunidas en el aposento alto. Mientras hablaban de la maravillosa vida que Jesús había vivido y las muchas lecciones que había enseñado, deseaban, más que cualquier cosa, una oportunidad para mostrar al mundo entero, por medio de sus vidas, su mismo carácter amoroso.
Durante los diez días que los discípulos estuvieron orando, estudiando y vinculándose mutuamente, Jesús estuvo recibiendo la adoración y la alabanza de los ángeles y los líderes de los mundos no caídos. Tan pronto como se completó la ceremonia, el Espíritu Santo descendió sobre los creyentes que lo estaban esperando.
Fue justo en la época del festival de la cosecha del trigo, la Fiesta de las Semanas o Pentecostés. Había más judíos en Jerusalén en esta época que en cualquier otra fiesta judía. El Espíritu Santo no podría haber elegido un mejor momento para demostrar su poder.
De pronto, un sonido recio, como una poderosa ráfaga de viento, llenó el lugar donde los creyentes estaban reunidos. Una luz brillante, que parecía una lengua de centelleante fuego, estaba suspendida sobre cada cabeza. El Espíritu anunció su llegada tanto con sonidos como por medio de la vista.
Al mismo tiempo, a los creyentes se les dio el don de ser capaces de hablar en otros idiomas, y también fueron instruidos en lo que tenían que decir. Cada persona de la multitud que se había reunido, oyó perfectamente la historia de Jesús, ¡cada uno en su propio idioma!
Los sacerdotes intentaron correr el rumor de que los creyentes estaban alcoholizados, pero Pedro se puso en pie y les recordó que eran solo las nueve de la mañana; que no era hora para el parloteo incoherente de algunos ebrios.
Luego, Pedro comenzó a predicar con valentía acerca de Jesús. El pueblo fue  profundamente convencido por el poder del Espíritu Santo, y preguntaron qué deberían hacer. Pedro respondió: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo. Hechos 2:38. Y, para alegría de los creyentes, ¡tres mil personas fueron bautizadas aquel día!

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