sábado, 15 de octubre de 2016

Cerca de Jesús es donde quiero estar

Desde el mismo pecado original se perdieron muchas cosas: se perdió inocencia, transparencia, bondad, seguridad, identidad, razonamiento, sentimientos, emociones, etc. Pero lo más grande que se perdió fue la relación personal e íntima con Dios. 

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto,
al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la 
presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
(Genesis 3:8).

Todos los hombres tenemos la necesidad imperiosa, dentro de nuestras almas, de encontrar una relación de amistad pura, de comunión con otra alma, de amor sublime, de sintonía perfecta con alguien.

Queremos saciar nuestra sed de relación a cualquier precio. Anhelamos compañerismo, lealtad, desesperadamente queremos unirnos a alguien en este mundo pasajero y terrenal.

¡Vaya!, cómo soñamos con poder llevar a cabo una danza con alguien, que nos acoplara de una manera muy bella, que pudiéramos danzar con ella por la eternidad.

Porque todos en nuestra necedad, generada por el pecado original, buscamos encontrar la relación en la pareja, con los hijos, con los hermanos de la iglesia, con el vecino. Quizá con el grupo familiar, con el amigo, o incluso caemos en la trampa crucial de buscar esa alma gemela en nuestra iglesia local. 

Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí,
fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas,
cisternas rotas que no retienen agua. (Jeremias 2:13).

Nuestro corazón debe aprender a saciar esa sed, solo en Jesús.



Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11:28)

 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27).


Nuestros momentos con 
Jesús son efímeros y fugaces


Siendo amigos de Jesús, en algún momento, cada uno de nosotros hemos tenido la maravillosa experiencia de estar por unos cortos minutos y a veces solo segundos en la presencia del Señor.

En ese instante glorioso no hace falta nada más, ni comida, ni ropa, ni dinero, ni diversión, ni amigos, ni esposa, ni hijos, ni sexo e incluso a veces ni su voz. Nos basta con su silencio, porque es desde ese mismo silencio cuando se contacta con Dios y con el Salvador de nuestras almas.
¡Pero cuán fácil puede desaparecer este gozo! Un ruido de un teléfono, una persona que nos interrumpe, el sonido de la calle, etc. y de pronto toda esa presencia se desvanece y se va.

¡Ah! Pero un día vamos a gozar por la eternidad de la presencia perfecta de Cristo. Allí no habremos de necesitar a nadie más, su presencia lo llenará todo y estaremos en perfecta paz. Podremos entonces soñar con danzar con Él, por la eternidad.
¡Cerca de Jesús es donde quiero estar!


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