La cruz - el símbolo del cristianismo - tiene un gran significado para Dios. Primero, por medio de la muerte de Jesús, el Padre proclamó el valor de cada ser humano: Él ofrece perdón y vida eterna a toda persona que pone su fe en Cristo (Romanos 6.23). Segundo, esto significó un coste inmenso. El Dios santo se separó de su Hijo amado cuando éste llevó el peso del pecado de la humanidad (Mateo 27.46). Tercero, se logró la redención del hombre. La sangre de Jesús derramada, nos compró de la esclavitud al pecado y nos reconcilió con Dios (1 Pedro 1.18,19).
Además, la justicia divina se consumó en la cruz. Las Sagradas Escrituras nos dicen que la muerte es el pago por la deuda contraída por el pecado (Ezequiel 18.20). Pero Dios exigía un sacrificio sin mancha (Deuteronomio 17.1). Nosotros no podíamos pagar adecuadamente nuestra condena; moriríamos con nuestros pecados. Por eso, para que el Dios santo nos perdonara, tenía que haber un sustituto adecuado, uno cualificado para pagar por nuestra desobediencia. Jesús, el único que no tenía pecado, tomó voluntariamente nuestro lugar y asumió la responsabilidad de nuestra deuda. Toda nuestra iniquidad - pasada, presente y futura - fue puesta en Cristo, y el juicio de Dios contra nosotros se aplicó a Él.
El significado de la cruz fue experimentado de primera mano por Barrabás, el famoso preso condenado a morir. Lo sustituyó el inocente Hijo de Dios, y el criminal recibió la libertad. Al igual que Barrabás, en nosotros ha sido conmutada nuestra sentencia de muerte, y, aunque indignos, hemos sido hechos libres en Jesús. Hoy, la cruz sigue ofreciendo vida y libertad a quienes no las merecemos.
Además, la justicia divina se consumó en la cruz. Las Sagradas Escrituras nos dicen que la muerte es el pago por la deuda contraída por el pecado (Ezequiel 18.20). Pero Dios exigía un sacrificio sin mancha (Deuteronomio 17.1). Nosotros no podíamos pagar adecuadamente nuestra condena; moriríamos con nuestros pecados. Por eso, para que el Dios santo nos perdonara, tenía que haber un sustituto adecuado, uno cualificado para pagar por nuestra desobediencia. Jesús, el único que no tenía pecado, tomó voluntariamente nuestro lugar y asumió la responsabilidad de nuestra deuda. Toda nuestra iniquidad - pasada, presente y futura - fue puesta en Cristo, y el juicio de Dios contra nosotros se aplicó a Él.
El significado de la cruz fue experimentado de primera mano por Barrabás, el famoso preso condenado a morir. Lo sustituyó el inocente Hijo de Dios, y el criminal recibió la libertad. Al igual que Barrabás, en nosotros ha sido conmutada nuestra sentencia de muerte, y, aunque indignos, hemos sido hechos libres en Jesús. Hoy, la cruz sigue ofreciendo vida y libertad a quienes no las merecemos.
Amen.
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