Voz que
clama en el desierto: Preparad camino al Señor; enderezad calzada en la soledad
a nuestro Dios. Isaías 40;3
Juan el Bautista fue a anunciar la buena noticia de
la llegada del Mesías a quienes iban por senderos escarpados y regiones áridas.
Citando las palabras que Isaías había escrito siglos antes, exhortó a las
multitudes: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas (Lucas 3:4;
Isaías 40:3).
Juan sabía que si la gente iba a prepararse para
recibir al esperado Mesías, debía cambiar su corazón. Montañas de soberbia
religiosa tenían que allanarse, y aquellos hundidos en el valle de la
desesperación deberían ser levantados.
El esfuerzo humano no podría lograr nada. Quienes se
resistieron al Espíritu de Dios, rechazando el bautismo de Juan, no reconocieron
a su Mesías cuando vino (Lucas 7:29-30). Sin embargo, los que admitieron su
necesidad de cambiar, descubrieron en Jesús la bondad y la maravilla de
Dios.
Señor, haz
en mí lo que yo no puedo hacer.
El
arrepentimiento abre el camino para nuestro andar con Dios.
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