Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien… ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Romanos 7:18, 24
El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Lucas 19:10
El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Lucas 19:10

–¿No ves que ese joven se está ahogando?
–Claro que lo veo, y voy a rescatarlo. Jack, sin mucha prisa, se quitó su ropa y se echó al lago en el momento en que el chico parecía extenuado. Rápidamente socorrió al imprudente y lo llevó hasta la orilla.
Cuando estuvieron solos, su amigo le reprochó el riesgo que había corrido.
–Te equivocas. Si yo hubiese ido antes a su encuentro, ese joven se hubiese agarrado a mí y probablemente me hubiese hundido. Un hombre que se está ahogando solo puede ser salvado eficazmente, cuando está agotado y es incapaz de hacer el más mínimo esfuerzo para salvarse a sí mismo.
Así es como Dios tiene que actuar a menudo. Espera que alguien no tenga ya recursos y comprenda que es incapaz de salvarse a sí mismo. Cuando nos damos cuenta de que nuestro corazón es “engañoso… más que todas las cosas, y perverso” (Jeremías 17:9), dejamos de luchar por mejorarlo; entonces Dios puede y viene a ayudarnos. Él nos dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros” (Ezequiel 36:26).
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