En el principio de todas las cosas, Dios Creador no creó nada que fuera dañino para el hombre, especialmente lo que tenía que ver con los alimentos, pero a causa del pecado toda la creación perdió su pureza, surgiendo otras plantas, árboles, y hierbas no comestibles.
Ahora bien, existen, en el Reino Vegetal, una serie de frutos o especies naturales que son atractivas a los ojos, pero que al comerlas son veneno, y muchas veces, mortal. Se conoce el caso de un ganadero norteamericano, llamado John Ward, de Idaho, que al dirigirse cierto día a observar el ganado, comprobó alarmado la muerte de ochocientas setenta y seis de sus ovejas. Centenares estaban vivas, pero bajo los efectos de lo que habían comido. El veterinario de la localidad dijo que no había ningún antídoto que salvara al ganado de los efectos de la planta llamada “alojetón”, planta que crece en terrenos desérticos. Esta planta parece atractiva y confiable al ganado, que al comerla, muere.
No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; más al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades. Proverbios 23: 31-33.
Muchas son las cosas que hacen mal a las personas. Sus ojos, en muchas ocasiones, son los causantes de mucha infelicidad, al permitir por su mediación, que la seducción haga su obra.
El ganado del señor Ward fue atraído por la planta, provocadora de tanta mortandad, como de la misma manera el alcohol atrae a las personas, especialmente a aquellas que tienen problemas con la bebida. Los efectos son notorios, según enseña la Palabra de Dios; comienza haciendo que resulte agradable tomarlo, y a medida que lo hace se embriaga, y es en esos momentos cuando el licor se asemeja a la serpiente, al diablo haciendo su obra. Los ojos ya no miran la bebida alcohólica como al comienzo, ya está en el interior del estómago y del torrente sanguíneo, sino que verán cosas extrañas, cosas ajenas a toda realidad, y de su boca comenzarán a salir, teniendo su origen en el corazón, perversidades. Todo ello, inevitablemente, traerá otras consecuencias, la mayoría dolorosas o muy dolorosas; querido lector, querida lectora, en su voluntad está librarse del flagelo que lo azota, no solo a su vida, sino también a la humanidad. Cristo Jesús, el Señor Dios Todopoderoso, tiene la solución inmediata. Evite formar parte de la estadística de los bebedores habituales y deje de ser parte de los que beben a escondidas, ¿nadie lo sabe?, Jesús, sí lo sabe. Acepte su ayuda ¡ahora!
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