“Pero si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar.”
(Mateo 18: 6 NVI)
Con la mirada perdida y su inocencia a flor de piel, una niña de 7 años era víctima del maltrato de su padre, quien no tenía el más mínimo reparo en descargar su rabia y frustración contra su humanidad, para calmar según él, su ansiedad por ser un fracasado más en éste mundo. Culpaba a su hija por todo, y su madre, una mujer muy humilde, por miedo a sus reacciones desaforadas le permitía tal injusticia una y otra vez, sintiendo en su corazón cada golpe y cada insulto como si los recibiera ella misma, pero cobardemente no intervenía haciéndose cómplice de tal bajeza, y asumiendo su responsabilidad por omisión y su absurda permisividad.
Indigna ver el corazón de un niño destruido por la maldad albergada en el alma de aquellos seres, que han recibido del cielo la más grande bendición que un ser humano puede tener de parte de Dios… Ser papás.
“Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa.”
(Salmos 127:3 NVI)
Siento impotencia y solo puedo protestar para expresar mi disconformidad. Falta mucho temor y temblor en el corazón de alguien que se atreve a maltratar física y emocionalmente a un niño que debe ser protegido.
Pero maltrato no es solo golpear. No, también son los gritos, las malas palabras, los gestos despectivos y de desaprobación, no darles amor antes que cosas materiales, ignorar la explotación laboral, abusar o permitir que sean abusados sexual o psicológicamente, quedarnos callados permaneciendo inertes ante la injusticia. No es con los hijos propios, sino con los niños alrededor del mundo, de nuestro mundo, que claman por ayuda, por un poco de compasión, por un abrazo, por una sonrisa y un te amo.
Tu delito por acción u omisión será expuesto el día que tengas que comparecer delante de Dios. Pagarás lo que hiciste y lo que dejaste de hacer por cada pequeño que tuviste delante, durante los años de vida concedidos por nuestro Padre celestial, y por los que no hiciste absolutamente nada para aliviar su sufrimiento.
Meterte con tu hijo(a) o con uno ajeno, es tu condena a muerte. No quedará impune, puedes esconderte o es más, ser sarcástico(a) y hasta descarado(a), retar a Dios y esperar que no haya consecuencias, pero estás equivocado(a), la ira de Dios es incontenible cuando intentan destruir a uno de sus hijos.
Allí estaba, acurrucadita en un rincón de su casa, triste, abatida, sin esperanza alguna. Sus padres, los seres que más amaba eran sus victimarios, y se sentía sucia, vacía, sin valor, hasta que tú, yo y la comunidad en general, denunciaron lo que sucedía ante las autoridades competentes para poner a salvo su vida. Pero solo fue Jesús quien en su infinita misericordia llegó para consolarla, restaurarla, sanar sus heridas y enseñarle con su amor que es valiosa, hermosa, planeada, elegida y creada con un propósito, y nunca más estará sola; porque su Dios, quien ha venido a rescatarla, hará de ella una mujer extraordinaria, fuerte, digna y admirable… ¿Quieres ser parte de su historia?… no te quedes quieto, actúa en el nombre de Jesús.
“No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.”
(Juan 15:16 NVI)
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