Dios juzgará por medio de Jesucristo los secretos de los hombres. Romanos 2:16
Una de las características de un ordenador es su capacidad de memoria, y los progresos tecnológicos son tan grandes que cada año la capacidad de esas memorias se incrementa considerablemente.
Sin embargo no se puede comparar, ni en calidad ni habilidad, con la memoria humana: son innumerables los rostros, paisajes, conversaciones y emociones que ésta almacena. Esta memoria posee un motor de búsqueda de información muy sofisticado: algunos recuerdos parecen estar totalmente perdidos, y de repente, gracias a una palabra, un ruido, o un olor reaparecen.
Pero por encima de todas las memorias existe una que sobrepasa todo lo que podemos concebir. Es la que evoca la Biblia, cuando muestra que todos nuestros actos serán recordados un día ante el tribunal de Dios (Mateo 12:36; Romanos 2:6; Salmo 139:4; Proverbios 15:3; 2 Corintios 5:10; Lucas 8:17, etc.).
Dios guarda en su memoria todo lo que hemos hecho: cada palabra y cada acción, buena o mala, queda grabada en el cielo. Y todo será revelado ante el tribunal de Dios: nuestras palabras, nuestras acciones e incluso nuestros secretos. Ahora mismo, toda nuestra vida está desnuda y descubierta ante Dios. Nunca podemos escapar a su mirada.
Pero por encima de todas las memorias existe una que sobrepasa todo lo que podemos concebir. Es la que evoca la Biblia, cuando muestra que todos nuestros actos serán recordados un día ante el tribunal de Dios (Mateo 12:36; Romanos 2:6; Salmo 139:4; Proverbios 15:3; 2 Corintios 5:10; Lucas 8:17, etc.).
Dios guarda en su memoria todo lo que hemos hecho: cada palabra y cada acción, buena o mala, queda grabada en el cielo. Y todo será revelado ante el tribunal de Dios: nuestras palabras, nuestras acciones e incluso nuestros secretos. Ahora mismo, toda nuestra vida está desnuda y descubierta ante Dios. Nunca podemos escapar a su mirada.
¿Le asusta este pensamiento? Sí, si Dios solo es para usted el Juez supremo. Pero en cambio, este pensamiento es tranquilizador si conocemos a Dios como el Dios salvador, nuestro Padre en Jesús. Él nos ama tal como somos; el castigo por nuestras faltas ya fue llevado por Jesucristo en la cruz.
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