Isaías 9:6 nos dice que el Hijo nos fue dado y que el niño nació. Jesús siempre fue una parte de la relación Tri-unitaria junto con el Espíritu Santo. La Trinidad siempre ha existido, Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu. No es que sean tres Dioses, sino un Dios existiendo como tres Personas. Jesús enseñó que Él y Su Padre eran uno (Juan 10:30). Jesús quiso decir que Él y Su Padre, y por supuesto el Espíritu Santo, eran la misma sustancia, la misma esencia, Dios, la deidad, tres personas coexistiendo como Dios. Estas tres Personas tuvieron y continuarán teniendo una relación eterna.
Sucedió que cuando Jesús, el eterno Hijo de Dios, tomó forma humana (pero sin pecado), Él también tomó la forma de un siervo despojándose de Su gloria celestial (Filipenses 2:5-11). Como Dios-hombre tuvo que aprender la obediencia (Hebreos 5:8) a Su Padre; también fue tentado por Satanás; acusado falsamente por los hombres; rechazado por Su pueblo y posteriormente crucificado. La oración a Su Padre celestial fue para solicitarle poder (Juan 11:41-42) y sabiduría (Marcos 1:35; 6:46). En Su humanidad, su oración demostraba la dependencia de Su Padre para llevar a cabo el plan de redención (Juan 17); y después, como sometimiento final a la voluntad de Su Padre, vemos Su oración en el Huerto de Getsemaní para luego ir a la cruz y pagar la pena de muerte por haber quebrantado la ley de Dios con nuestros pecados (Mateo 26:31-46). Por supuesto, Él se levantó físicamente de la tumba, habiendo ganado el perdón y la vida eterna para nosotros, al recibirle como nuestro Salvador personal.
No hay problema con que el Hijo, como Dios, orara o hablara al Padre como Dios. Como ya se mencionó, Ellos tuvieron una relación toda la eternidad antes que Cristo se encarnara. Esta relación es descrita en los Evangelios para que podamos ver cómo el Hijo de Dios en su humanidad, llevó a cabo la voluntad de Su Padre, llevar a cabo la redención que ganó para todos (Juan 6:38). La continua sumisión de Cristo a Su Padre celestial fue reforzada y se mantuvo enfocada a través de Su vida de oración. El ejemplo de oración que Cristo nos dejó es para que lo sigamos.
Jesucristo no fue menos Dios en la tierra cuando oraba a Su Padre en el Cielo. Él representó, aún en una humanidad sin que fuese pecadora, la necesidad de tener una vida entregada a la oración para hacer la voluntad de Su Padre. La oración de Jesús al Padre fue una demostración de su interrelación con el Padre dentro de la Trinidad y un ejemplo para nosotros de cómo debemos depender de Dios a través de la oración, para obtener la fortaleza y sabiduría que necesitamos. Puesto que Cristo, como Dios-hombre necesitaba tener una vibrante vida de oración, ¡también debemos tenerla nosotros como los actuales seguidores de Cristo!
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