viernes, 3 de junio de 2016

Guarda Tu Corazón


“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios. Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal”.
Proverbios 4:23-27
Es increíble cómo un órgano tan pequeño como es el corazón, sea tan indispensable e importante para el buen funcionamiento del cuerpo. Si el corazón deja de latir, sencillamente nos morimos. Uno puede vivir sin brazos, piernas u ojos, puede faltarte un riñón, pero si el otro funciona, podrás vivir. Pero el corazón es una pieza irreemplazable e insustituible.
guarda-tu-corazonEl proverbista Salomón, hombre sabio e inteligente, escribió de manera sencilla una frase corta que nos lleva a reflexiones muy profundas. Porque cuando uno guarda algo, es porque lo protege, lo cuida, lo valora y lo estima.
Es de vital importancia que guardemos nuestro corazón físico; pero si es tan importante el corazón para la vida física, es también igual de importante o aún más, proteger nuestro corazón, como el lugar donde se asientan y producen nuestros pensamientos y sentimientos. También lugar donde pueden nacer las guerras, los pecados, las malas acciones y los deseos.
De nuestro corazón brota o aflora la vida. Vida que es nuestra, pero que también compartimos con otros. Medita en la importancia de no permitir que el odio, el rencor y las raíces de amargura florezcan y se alojen en tu corazón. Es difícil, sí que lo es. Te sientes muy mal cuando te traicionan, cuando te hacen mal o cuando te pagan un bien que hiciste con mal. Sabemos el dolor que se siente, muchas veces uno quisiera tomar la venganza en sus manos, explotar contra la persona que te lo hizo, cobrar o corresponder con el mismo mal.
Mas la Palabra dice que debemos vencer el mal con el bien. ¡Qué difícil a veces! Pero es el mejor camino. No debes permitir que tu corazón sea prisionero de sentimientos y actitudes negativas y dañinas, porque a la persona que más afectará lo que sientas es precisamente a ti mismo.
Cuando hablan de uno mal, cuando profieren maldición, cuando te juzgan, critican, malinterpretan un bien que quisiste hacer, cuando te insultan y tratan de hacerte daño, debes recordar que es el enemigo quien está usando a esa persona. Debes recordar que es tal vez su dolor, su ira, su resentimiento, su veneno, su envidia. Aquí, el que quiere de verdad destruirte es el enemigo.

Puedes pensar que suena fácil, que se lee muy bonito escrito, pero que realmente es muy difícil. Mas cuando uno busca esa intimidad con Dios, sabe que Dios no desea que uno albergue ni tome la venganza en sus manos. Porque con el tiempo, la vida misma se encargará de que cada uno coseche lo que ha sembrado, sea para bien o para mal. Jehová peleará por nosotros y nosotros estaremos tranquilos.
Por tal razón, también debemos apartar de nuestra boca la perversidad y la iniquidad de nuestros labios. Lo perverso es lo infame, lo malo, lo vil, lo que trae maldad. La iniquidad tiene que ver con la depravación, la corrupción, la inmoralidad, la malignidad. Porque todo eso solo nos aleja de la comunión con el Padre y de la comunión con el resto de las personas. Porque poco a poco eso va agrietando el corazón, lo exhalas y aspiras, es la muerte espiritual.
Debemos mirar lo recto, andar por el camino derecho. Tenemos que examinar la senda por donde se van dirigiendo nuestros pies y corregir nuestros pasos, si es que vamos por el camino incorrecto. No nos debemos desviar por caminos que parecen más cortos, pero que al final resultarán más largos. Tenemos que ser seres íntegros; no se trata de quién es más santo, ni de orgullo espiritual, y no se trata de creer que somos mejores que nadie. Se trata de que sin santidad nadie verá al Señor. Se trata de que un día, no sabemos cuando, querremos encontrarnos con nuestro Dios y verlo cara a cara. Apartemos, pues, nuestros pies del mal.
El salmista decía, “escudriñemos nuestros caminos y volvámonos a Jehová”. Tenemos que hacer un electrocardiograma espiritual para ver cómo está latiendo nuestro corazón, y si hay algún fallo, alguna perversidad, resentimiento u odio, acudir ante nuestro Abogado y Perdonador para que lo repare.

Porque de nuestro corazón solo debemos manar vida.

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