domingo, 26 de junio de 2016

El embudo de Dios

“…Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan…” Mateo 7:13-14
El señor Jesús nos indica que hay dos caminos que el hombre puede seguir: el camino ancho que lleva a la destrucción y el camino angosto que lleva a la vida eterna.
La persona cuando cree en Jesús, es sacada por el poder del Espíritu Santo del camino ancho y puesto por la gracia de Dios en el camino angosto, y eso lo podemos denominar como “El embudo de Dios”.
Cuando usted quiere llenar de líquido una botella con cuello angosto, y lo va a hacer con una taza grande, necesita un embudo para, literalmente, obligar al líquido a entrar en la botella sin que se derrame o desperdicie ni una gota.
Dios tiene un embudo, por así decirlo, que le permite a Él, sacarlo a usted (pequeña criatura) de la muchedumbre y colocarlo exactamente donde Él quiere colocarlo.
Si usted pudiera examinarlo, se daría cuenta que el embudo de Dios está hecho de diferentes problemas, personas, sucesos, circunstancias adversas, situaciones complejas en su vida, presiones financieras, matrimonio en crisis, situaciones familiares difíciles y crisis en la Iglesia inclusive, por nombrar solo unos cuantos.
Pues sí, querido hermano, todos los problemas de tu vida están diseñados y calculados por Dios, para inducirte a entrar por el Embudo de Dios, al camino angosto que un día te llevará a Su divina presencia, donde los problemas no serán más una preocupación sino que la adoración, la oración y la alabanza serán el curso normal de tu vida.
RECHAZANDO EL EMBUDO – pero muchos cometen el error de rebelarse contra los problemas que les asedian a diario, en vez de someterse al propósito de Dios (Santiago 1:2-3). Puede que tú en este momento estés pasando por muchas dificultades en tu vida, sin esperanza, sientes soledad, soportas pruebas y amargura, pero no lo tomes a mal ni te rebeles contra el propósito de Dios.
Deja que el Señor en su amor te meta en el Embudo de Dios, reconoce tus fallos (pecados), arrepiéntete y conviértete. Recuerda que tú no estás en condición de solucionar tus problemas.
Hay una lección que puede ser aprendida de los fariseos, quienes poseían la vida más religiosa, disciplinada y educada en Israel, y aún así rechazaron a Dios cuando se encontraron cara a cara con Él, que es el de la prueba de que la carne no tiene ningún valor al intentar resolver los problemas.
Por favor, amigo, deja que cada circunstancia te lleve a la presencia de Dios, pues allí es donde encontrarás alivio para tus penas. Que Dios te bendiga.

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