domingo, 26 de junio de 2016

El desafío del creyente

¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? Marcos 8:36
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo… El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 Juan 2:15, 17
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El mundo, la sociedad organizada en la que vivimos, ejerce una presión tan grande y quiere ofrecernos tanto, que corremos el riesgo de pasar nuestra vida corriendo tras las vanidades. Dinero, bienes materiales, ocio, popularidad y cultura no pueden ser el objetivo principal de nuestra vida, pues esos supuestos valores son efímeros.
Seamos consecuentes, detengámonos un momento para hacer balance y hagámonos las verdaderas preguntas: ¿Qué estoy buscando? ¿Cuál es mi proyecto de vida?
Recordemos lo que Cristo dijo: Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). Lo que amamos, nuestro “tesoro”, nos ata y nos transforma. Si amamos el mundo y sus placeres, quizá todo vaya bien durante algún tiempo. Pero nuestra sed de felicidad no estará verdaderamente satisfecha, y perderemos nuestra vida. Respondamos más bien a la invitación de Dios, vayamos a Jesucristo, quien nos dará una paz, un gozo y una esperanza que traspasan todo, incluso la muerte.
El desafío para nosotros, cristianos, es vivir en el mundo sin dejar que el mundo viva en nosotros. Si buscamos primero el reino de Dios, es decir, la presencia del Señor en cualquier circunstancia, podremos vivir felices sin estar ligados a los valores y las prioridades del mundo. Así, nuestra vida en este mundo será realmente benéfica para nosotros y para nuestro entorno, y honrará al Señor.

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