“…Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. 3 Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. 4 Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. 5 Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones…” Salmo 100:1-5
Este es un Salmo que nos invita a entrar gozosos ante la presencia de Dios. Su fidelidad se extiende a nuestra Generación y va más allá de ella. También este salmo resalta la naturaleza universal del reinado de Dios, es una bendición para la serie de salmos que se ocupan del gobierno del Señor.
Por otro lado, es un Salmo de Alabanza, y es anónimo, o posiblemente lo escribió David, y nos hace reflexionar que muchas veces, nosotros vamos a la congregación con el objetivo de que Dios nos hable por medio de Su Palabra, que será predicada por el ministro ese día. Pero no pensamos que ese no es el objetivo de asistir al servicio; porque el propio objetivo es ir a rendirle culto a Dios para alabarlo y adorarlo, pues Dios se deleita en la alabanza.
Estamos, pues, haciendo las cosas al revés, pero Dios que es tan fiel y misericordioso nos permite hacerlo; pero si lo hacemos como debería ser, cuando salgamos del culto habremos cumplido dos grandes objetivos, uno es adorarlo, y dos, recibir la bendición de Él y que a través de su Palabra nos dice lo que desea de nosotros.
Este salmo presenta un llamado a toda la tierra para adorar al Señor. Ese llamado va mucho más allá de los estrechos límites de Israel y se extiende hacia los gentiles. La adoración no es exclusiva de una sola nación ni tampoco tiene características de una sola nación o cultura. La adoración no estaba ni está confinada a un solo pueblo. Tres motivaciones nos da el salmista desafiando a nuestro corazón a adorar a Dios.
1) Cantad alegres a Dios (verso 1)
A. ¿Qué quiere Dios de nosotros? Que lo adoremos y lo glorifiquemos siempre. Que estemos dispuestos a hacer el máximo sacrificio en todo lo que nos mande y que nos ofrezcamos a hacerlo siempre, dándole la gloria en todo, (Levítico 22:29).
B. Esto se debe (cánticos alegres a Dios) a que muchas veces hacemos cosas que a Dios no le agradan. Quizá solo nos agraden a nosotros, porque creemos que hemos hecho algo importante para Él, pero la verdad es que no lo hacemos de corazón, ni siquiera sentimos lo que estamos haciendo, no lo estamos haciendo en el Espíritu. (Efesios 5:19-20)
2) Porque reconocemos quién es Dios (versos 3-5)
A. Porque es nuestro creador y nuestro padre, motivos más que suficientes para que adoremos a Dios. El es el Pastor y nosotros somos su rebano. Aquí hay un doble propósito: El es nuestro Padre, y nosotros somos sus hijos, Él es el creador y nosotros somos sus criaturas. Si recordamos estas verdades básicas, honraremos al Señor, y tendremos más motivación y confianza en cualquier situación que se presente.
B. Doble propósito: Somos pueblo suyo (1 Pedro 2:9-10) y ovejas de su prado (Salmo 23:1-4; Juan 10:27-28).
C. Porque Jehová es bueno en extremo (Salmo 103:2-6).
D. Tenemos el privilegio de entrar en su parecencia, en el lugar Santísimo (verso 4)
E. Miremos los atributos de los que entran en su presencia, es decir de los adoradores (Salmo 24.3-6).
3) Servid (verso 2)
Esto nos habla de varias cosas:
1) Si la presencia del Señor nos produce gozo, servirle debería alegrarnos. Si no disfrutamos de la presencia de Dios, obedecerlo nos parecerá una tarea gravosa.
2) Es un mandato, una orden para todos.
3) Realizar el ministerio que Dios espera que realicemos.
4) Servicio viene del Griego Diakonia, que significa funciones que debemos desarrollar en el Cuerpo de Jesucristo. (1 Corintios 12:14, 18.5). Diakonos, un sinónimo de Servidor, de Siervo y ministro. Líder (Romanos 12:6-7).
En definitiva, este salmo sienta las bases del verdadero adorador. Dios se deleita de gran manera en la alabanza de sus hijos, y Él escucha todas nuestras oraciones. Por eso debemos cantar alegres a Dios. Porque reconocemos quién es Dios, y le servimos hasta que venga a buscarnos.
Señor, ayúdame a adorarte genuinamente, a servirte sin que sea una carga, a reconocerte que eres Dios, mi Padre, mi pastor y yo tu hijo, oveja de tu prado. En Cristo Jesús. Amén.
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